SELVA VIDA
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INTRODUCCION A TRES VOCES<br />
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La esperanza en “El retorno de los dioses” , sean éstos el Inkari andino, el Kong<br />
–hoy mesoamericano– del pueblo proto-maya mixe, o el Pachakamaite de los asháninka<br />
de la Amazonía peruana, simboliza para los indígenas de hoy el rememorar<br />
y desenterrar, el revivir y recuperar la civilización de los antepasados, sus logros,<br />
sus ideales y reclamar su propia historia, su presente y su futuro en el rencuentro<br />
con su propio pasado de civilización. Me parece que este es el desafío fundamental<br />
que están enfrentando los pueblos indios de la Amazonía y de las Américas: cómo<br />
sobrevivir a la arremetida del capitalismo depredador armados con sus propias tecnologías<br />
sociales y culturales a través de la recuperación de la larga memoria de sus<br />
propias civilizaciones.<br />
Este libro colectivo, cuyo título reclama y celebra la vida de la Amazonía y no<br />
su destrucción, tuvo un comienzo fortuito, aunque previsible, en la selva alta de la<br />
montaña nororiental del Perú. En Lamas, el pueblo indio de gran belleza e historia<br />
profunda, sobre las ondulaciones gentiles de la comunidad Kichwa-lamista, sobremirando<br />
desde lo alto la ciudad de Tarapoto, se encuentra un pequeño rincón utópico<br />
llamado Sachamama (Madre Selva). Allí, en unos días de intensidad emocional<br />
e intelectual, entre rituales, poesías, risas, sesiones de curación del espíritu y discusiones<br />
de historia y etnología andino-amazónica, los tres coordinadores del libro<br />
se reinventaron juntos como amazónicos después de años de separación y días de<br />
reencuentro. Los caminos andados por años de jornadas – ¿o fueron peregrinajes?<br />
– se juntaron casi por azar en Sangapilla, el local de Sachamama, bajo el gran techo<br />
de palma de una “maloca” y allí echamos a andar la idea de que nuestras experiencias<br />
personales, como estudiosos de la Amazonía, encontraban resonancias con<br />
otros intelectuales, amigos y caminantes también de trochas que revelaban tanto<br />
la terrible destrucción del mundo amazónico, como también las esperanzas de sus<br />
pueblos, atentos ahora a sus memorias y a sus futuros. Nuestros reencuentros mezclaban<br />
sabores agridulces: Róger y Stefano habían trabajado juntos en el gobierno<br />
revolucionario de Juan Velasco Alvarado, de 1968 a 1975, y padecido después el<br />
desprecio arrogante de los gobiernos de los “golpes democráticos” que conjugan en<br />
la magia de la modernidad liberal la depredación y la muerte con el espejismo del<br />
bienestar. Los encuentros con Frédérique, en cambio, fueron en los territorios indios<br />
del noreste de los Estados Unidos, cerca de Canadá. Allí, la Liga de los Iroqueses<br />
enseñó hace siglos a los fundadores de la Unión Americana a gobernase en paz<br />
y a respetar la diversidad en la unidad. Lección que, como sabemos muy bien en<br />
Latinoamérica, el imperio no quiso aprender y practicar ni en casa ni alrededor del<br />
mundo. Las consonancias de Fréderique, Róger y Stefano son de ese nivel intelectual<br />
y emocional que los franceses llamarían una ‘amitié amoureuse’, una amistad<br />
que privilegia a la inteligencia emocional sobre el logos, a la pasión por la estética de<br />
la verdad más que la meticulosidad taxonómica de la razón cartesiana.