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SELVA VIDA

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ALBERTO CHIRIF: AUGE Y CAIDA DE LAS ORGANIZACIONES INDIGENAS<br />

141<br />

Al final, intervino el Ejército para entablar diálogo con los Asháninka, quienes, para<br />

entonces, habían barrido los contingentes del MRTA de la cuenca. Sin embargo, ellos<br />

no solo no querían deponer las armas sino que declararon estar dispuestos a ir a<br />

combatir a Sendero Luminoso (SL) que dominaba la cuenca del Ene, donde también<br />

existen asentamientos asháninka. Para esto, pedían armas de guerra que el Ejército<br />

se negó a darles, aunque al final aceptó entregarles escopetas de caza como las que<br />

usaban.<br />

El resultado fue una guerra cruenta que causó muchas bajas en el Ejército Asháninka,<br />

que enfrentaba una fuerza más organizada y violenta y en comunidades de este<br />

pueblo. Dirigentes y pobladores Asháninka fueron víctimas de asesinatos selectivos y<br />

de matanzas masivas, como la que ejecutó SL en la comunidad de Naylamp, en la provincia<br />

de Satipo. El asalto a este caserío dio como resultado la masacre de cuarenta<br />

personas (Fernández y Brown 2001: 201).<br />

Una matanza aun más horrible tuvo lugar el 18 de agosto de 1993, cuando alrededor<br />

de 300 personas desconocidas, entre las cuales se encontraban Asháninka,<br />

organizadas en diversos grupos ingresaron a las comunidades de Monterrico, Sol de<br />

Oro, Tahuantinsuyo, Camavari, Santa Isabel, Unión Cubaro, San Francisco de Cubaro<br />

y Pueblo Libre, ubicadas en el valle del Tsiriari (distrito de Mazamari, provincia de Satipo,<br />

región de Junín) y dieron muerte con armas blancas a 72 pobladores, entre ellos,<br />

a 16 menores de edad. Además cometieron abusos sexuales contra mujeres y robaron<br />

bienes de las casas. 3<br />

Este acto de barbarie inicialmente atribuido a SL, se descubrió luego que había<br />

sido perpetrado por un oficial del Ejército apodado el “teniente Veneno”. Su objetivo<br />

era “demostrar” que la Policía de la base de Mazamari era incapaz de enfrentar a los<br />

insurrectos y así lograr que el Estado le otorgase al Ejército el control del cuartel y la<br />

dirección de la lucha antisubversiva en la zona.<br />

Lo substancial ahora no es hacer un parte de guerra sobre el desarrollo de cruentos<br />

episodios que tienen varias madejas que no son fáciles de desenredar, sino señalar<br />

la importancia que tuvo la gesta de los Asháninka para la pacificación de la selva<br />

central. En verdad, fue mucho más que esto y tuvo repercusiones en la pacificación<br />

del país en su conjunto, si se la considera dentro de una perspectiva mayor en la que<br />

concurrieron otros factores, entre los que puedo mencionar una reacción popular generalizada<br />

contra SL, similar a la de los Asháninka, en otras regiones; el debilitamiento<br />

de los mecanismos de seguridad que este grupo había manejado hasta entonces con<br />

gran efectividad; y el afinamiento de estrategias por parte de la inteligencia policial<br />

para seguir la pista de la organización subversiva y sus líderes. Nada de esto fue mencionado<br />

por el dictador Fujimori que se apropió de triunfos ajenos.<br />

Los estragos de esta guerra fueron terribles para los Asháninka, el pueblo indígena<br />

amazónico que más sufrió con ella y, a su vez, que más aportó a la pacificación. Aunque<br />

no se ha hecho un estudio al respecto, testimonios personales de muchos colegas<br />

refieren los traumas psicológicos de personas que vieron cómo sus familiares eran

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