1998 Bolonia - Conferencia Interprovincial de Dominicos de ...

Y el segundo momento fue cuando nuestros hermanos de la India y de
Pakistán, Paul y Munawar, nos bendijeron ambos con la bendición de la paz.
Hicieron el éxodo más allá de la enemistad de sus pueblos. Salieron de los
estrechos campamentos del nacionalismo, y fuimos realmente curados. Así
que salgamos donde Cristo fuera del campamento y, entonces, hablaremos
con su autoridad. Si nos quedamos estancados donde estamos, entonces, nues-
tras palabras, nuestras excusas, serán vacías.
Finalmente, las palabras de Jesús tienen autoridad porque habla la verdad.
Manda a los discípulos que enseñen todo lo que él les ha enseñado, la verdad
completa. Y sus órdenes tienen la irresistible autoridad de la verdad. En ese
mismo monte, proclamó "bienaventurados los pobres, porque suyo es el Reino
de Dios; bienaventurados los misericordiosos, bienaventurados los que tienen
hambre y sed de justicia." Estas palabras tienen autoridad porque, por muy
disparatadas que puedan parecer, sabemos en nuestro interior que son ver-
dad. ¡Jesús no necesitó publicar las Bienaventuranzas cum ordinatiotze!
Ésta era, también, la autoridad de Domingo. Él dispersó a los frailes. Les
dijo que se marcharan porque el grano amontonado se pudre. Y, finalmente,
se fueron, quizás con alguna resistencia, como nosotros, negociando algo de
dinero para el camino. Y se fueron porque reconocieron que lo que él decía
era verdad. Y esto es central en nuestra tradición dominicana. Creemos que
los seres humanos estamos hechos para la verdad. Estamos hambrientos de
la verdad y la podemos reconocer. Ésta debe ser la autoridad de nuestras Actas,
que lo que ellas dicen es realmente verdad.
Así que el Capítulo nos envía a nuestro camino: Vade, praedica! Id y pre-
dicad. Y podemos ir con confianza y con autoridad. En primer lugar, porque
la Orden nos autoriza a tomar decisiones en su nombre. Y así lo hemos hecho.
Pero quizá e incluso más importante, porque espero que nuestras palabras
estén marcadas con la autoridad de aquellos que han escuchado, la autoridad
de aquellos que han empezado a peregrinar fuera del campamento, y la auto-
ridad de la verdad.
Pero algunos en el monte dudaban. Aunque se encontraron delante del
Señor Resucitado, jalgunos no estaban convencidos! Y eso puede ocurrirnos
a alguno de nosotros. ¿Marcarán estas Actas la diferencia? ¿Cambiará algo?
¿Son sólo textos vacíos, por los que hemos malgastado horas en votarlos?
Puede que a todos nosotros nos entre la duda de vez en cuando. Pero esto no
le impidió a Jesús enviar a todos los discípulos, incluso a aquellos que duda-
ban. Les dijo: "Id de todos modos. Id y aprended a creer en el viaje."
Este Capítulo nos envía. Que Domingo, con su bastón de peregrino y su
estrella de la verdad, nos enseñe a hablar con autoridad en nuestra marcha.