1998 Bolonia - Conferencia Interprovincial de Dominicos de ...

1.2.3. Olvido
Se constata que, incluso en países con tradición cristiana fuerte, una parte
del discurso cristiano se ha hecho ininteligible. Términos esenciales del lenguaje
de la fe han perdido toda significación para nuestros conciudadanos.
En sus «Cartas desde la prisión)), ya decía Bonhoeffer que palabras como
((redención)) o «salvación» habían perdido su sentido y que necesitaban renacer
((en la oración y en el combate por la justicia)).
El evangelio reclama expresiones nuevas. ¿Tenemos de hecho los predicadores
algo nuevo o diferente que decir? ¿Renacen nuestras palabras en la
oración, en el combate por la justicia y en la asunción de riesgos? En cualquier
caso, esta situación es una provocación a inventar caminos nuevos de
expresión del misterio del hombre y del misterio de Dios.
11. LA VERDAD DEL OTRO
Siempre hemos hablado de la Orden como una Orden de hermanos, ser-
vidores de la verdad y mendicantes ante los demás. ¿No deberíamos recono-
cernos como servidores de los otros y mendicantes de la verdad?
Este giro reclama algunos comentarios. Hay que aclarar esta nueva rela-
ción con el otro (2.1 .), comprenderla a la luz del evangelio (2.2.) y apuntar los
grandes rasgos de una teología de la misión (2.3.)
2.1. El otro que nos precede
Cuando decimos ((el otro», nos referimos a la vez a personas, tomadas en
aquello en lo que difieren de nosotros -cualquier ser humano, aunque sea el
prójimo más cercano, es para nosotros en este sentido ireductiblemente otr*,
y a la vez a sociedades, culturas, religiones distintas de las nuestras. Esta
doble vertiente de la relación entre las personas y con las dimensiones socia-
les de la existencia humana es el trasfondo de la intención aquí expresada.
2.1.1. El costado e'tico del encuentro
Ser humano es, en su raíz, estar en relación con otros humanos. Nuestro
caminar hacia una plena humanidad sólo puede hacerse socialmente, en nues-
tras relaciones con los demás. De igual manera que sólo vamos hacia la ver-
dad de Dios a través del encuentro con los otros (1 Jn 4, 7-21).
Nuestro horizonte es el de unir a los hombres por lazos más fuertes que
todas las divisiones de nuestra humanidad, fracturada en naciones, clases, cul-
turas, religiones. Haciéndome servidor de los que están desplazados en las