1998 Bolonia - Conferencia Interprovincial de Dominicos de ...
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Se <strong>de</strong>scribe a santo Domingo como un hombre <strong>de</strong> una libertad sorpren-<br />
<strong>de</strong>nte. ¿Qué había en él que llenaba a sus contemporáneos <strong>de</strong> estupor y que<br />
todavía hoy nos sorpren<strong>de</strong>? ¿No sería justamente esa libertad que a la vez<br />
admiramos y nos da miedo? Nos admiramos <strong>de</strong> la audacia <strong>de</strong> nuestro funda-<br />
dor, pero podría muy bien ocurrir que, <strong>de</strong> hecho, estemos <strong>de</strong>l lado <strong>de</strong> sus her-<br />
manos que le llamaban a la pru<strong>de</strong>ncia frente a su impetuosidad.<br />
Poner en juego una libertad <strong>de</strong> este estilo quiere <strong>de</strong>cir:<br />
- por una parte, adquirir la libertad interior. La pobreza es aquí una con-<br />
dición: si no tenemos nada, nada hay que proteger o <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r. ¿Conocemos el<br />
<strong>de</strong>sprendimiento que hace libres? Es también la ausencia <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r: el que está<br />
<strong>de</strong>sprovisto <strong>de</strong> él no tiene nada que proteger. Es a<strong>de</strong>más la libertad <strong>de</strong>l fraile<br />
itinerante, libre <strong>de</strong> toda carga;<br />
- por otra parte, estar libre frente a las instituciones, en especial las nues-<br />
tras. El cristianismo es un gran creador <strong>de</strong> instituciones. Y pue<strong>de</strong>n acabar<br />
maniatándonos. Las situaciones <strong>de</strong> la Or<strong>de</strong>n son muy diversas, y no pue<strong>de</strong><br />
haber aquí una regla general. Pero po<strong>de</strong>mos preguntarnos por lo que provo-<br />
ca el servicio <strong>de</strong> las comunida<strong>de</strong>s cristianas: ¿no son a veces una pantalla <strong>de</strong>trás<br />
<strong>de</strong> los conventos, que no permiten a los frailes alcanzar otros horizontes?<br />
4.3.2. Si?? obstáctilos<br />
Existe la impresión <strong>de</strong> que algunos entre nosotros están enca<strong>de</strong>nados a<br />
lugares, instituciones, contratos, campos <strong>de</strong> trabajo. ¿No habrá llegado el<br />
momento <strong>de</strong> empren<strong>de</strong>r en las comunida<strong>de</strong>s y por cada iraile una evaluación<br />
pix<strong>de</strong>nte y sin contemplaciones <strong>de</strong> sus compromisos actuales y, si ello ha<br />
lugar, sacrificar con generosidad a los que, por muy buenos que sean, obsta-<br />
culizan la libertad <strong>de</strong> relanzar el apostolado <strong>de</strong> nuestras provincias y <strong>de</strong> nues-<br />
tros conventos?<br />
Cuando Abraham recibió la llamada para salii-, no hacía nada malo: vivía<br />
en su país, como todo el mundo. Pero era en otro sitio don<strong>de</strong> Dios le llamaba.<br />
La cuestión se plantea a cada fraile y a cada comunidad: ¿<strong>de</strong> qué nos tene-<br />
mos que librar? ¿Cómo nos po<strong>de</strong>mos volver disponibles para la misión?<br />
4.3.3. Una tíltima palab~a: la loctira<br />
«El que no compren<strong>de</strong> la música cree que los danzarines están locos)).<br />
Cuando perecen las formas <strong>de</strong> una antigua cultura, la cultura nueva se crea<br />
siempre por grupos <strong>de</strong> gente que no tienen miedo a per<strong>de</strong>r sus apoyos y a asu-<br />
mir riesgos. Los <strong>de</strong>más los toman por presuntuosos y por locos.<br />
El pueblo creía que Jesús ((había perdido la cabeza» (Mc 3,2 l), hasta tal<br />
punto sus comportamientos estaban fuera <strong>de</strong> lo normal y eran excéntricos. Si<br />
nosostros aspiramos a estar ((plenamente en algún sitio y plenamente en otra