1998 Bolonia - Conferencia Interprovincial de Dominicos de ...

márgenes, testifico un lazo más sólido que las fuerzas de exclusión social. Si
consigo destruir en mi propia vida esas fuerzas de separación, estaré en mar-
cha hacia la verdad a la que aspiramos. He aquí cómo, servidores de los otros,
somos mendicantes de la verdad, una verdad que sólo se nos entrega en este
servicio, dirigido a una humanidad solidaria en todo.
La dimensión ética del encuentro descansa en lo que me liga al otro, más
allá de cualquier división. Afirmar este lazo es decir que los derechos del otro
me preceden, sin ningún otro presupuesto. Interpelan mi responsabilidad,
cualquiera que sea el contesto o mi manera de comprender nuestra relación.
2.1.2. Sufi-inrientos v responsabilidades
Fundamento de esta responsabilidad para con el otro es nuestra fe en el
amor incondicional del Padre a cada hombre. Ser creyente es participar en el
amor de Dios, que nos hace responsables ante los sufrimientos del otro, incluso
cuando nosotros no hemos tenido nada que ver con tales sufi~mientos. Jesús
se manifestó como Mesías haciéndose responsable de los sufrimientos de su
pueblo: les hizo frente con su vida, y su muerte es la consecuencia de esta
solidaridad a la que no quiso sustraerse. La vida que vivió y que anuncia llama
a todo hombre a tal responsabilidad. En este sentido, creer en Jesucristo (cf.
Jn 3,16) no es afirmar una doctrina; es reconocer esta llamada a ser responsables
ante los sufrimientos de los demás. La salvación, o el juicio, no se deciden
en la proclamación de un contenido dogmático, sino asumiendo o dejando de
asumir esta responsabilidad por los sufrimientos de los otros (Mt 25.3 1).
2.1.3. Humanidad pll.lt.nl
Es así como se plantea la cuestión de la verdad. No podemos seguir man-
teniendo la noción de una verdad predeterminada y cerrada toda de antema-
no, de la que nosotros seríamos los fiduciarios encargados de llevarla a los
demás, que no tendrían otra cosa que hacer más que recibirla tal como noso-
tros se la entregamos. Pero tampoco es de recibo la concepción opuesta, de
una verdad que recibimos en un puro brotar venido de otra parte.
La verdad emerge del encuentro en su contexto. Viene en plenitud del des-
cubrimiento del otro en su verdad propia. Tengo que recibir de él antes, si es
posible, de ir con él hacia «la verdad plena)), hacia la que se nos ha prometi-
do llevarnos por el Paráclito (Jn 16,13). Esta búsqueda de la verdad no dis-
pensa a nadie de un trabajo apasionado y con frecuencia doloroso.
Fr. Pierre Claverie dio un fundamento teológico y espiritual de esta acti-
tud, con concisión y con fuerza, en un texto publicado en enero de 1996, seis
meses antes de su muerte.