1998 Bolonia - Conferencia Interprovincial de Dominicos de ...

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En la formación inicial dominicana, ¿se asegura comúnmente el desper- tar a esta dimensión constitutiva dominicana? 3.3.2. Los riesgos del anzor Según fr. Herbert McCabe, ((si no amas, estás muerto; si amas, estás sen- tenciado)). La vida y la muerte de Jesús, la vida y la muerte de nuestro her- mano Pierre Claverie, lo testifican. La salvación viene del amor. Amar es acep- tar ser vulnerable y dejarse herir. Es conocida la historia del hombre que muere y quiere entrar en el cielo. El ángel guardián le pregunta: «¿Dónde están tus heridas? -¿mis heridas?, responde. No tengo ninguna)). Y el ángel, mirándolo con tristeza: «¿Así que no había nada por lo que mereciera la pena que te batieras?)). Incluso sin violencia física, habitar dos culturas es también un riesgo. Pero es una evigencia del diálogo, como ya hemos dicho. Se trata de estar plenamente en la cultura forjada por la tradición de la Iglesia y de la Orden y de estar plenamente en otra parte. Santo Domingo vivió esto: estaba iiz nzedio ecclesiae y más allá de las fronteras. Este canónigo suspiraba por el deseo de ir a los Cumanos. Nuestra capacidad para asumir riesgos supondrá a veces incomprensio- nes, incluso tensiones, en el mismo seno de la Iglesia. En el capítulo general de Roma, se rindió homenaje a los hermanos Schillebeeckx, Congar y Chenu por haber sido fieles a la fe de la Iglesia «a pesar de las dificultades)). El reto para el fraile predicador es el de tomarse en serio las cuestiones nuevas en nombre de su fidelidad a la misión confiada por Jesús a su Iglesia. Con frecuencia tendrá que explorar caminos teológicos nuevos, y pensar en cristiano lo que todavía no ha sido pensado. 4.1. Tiempo de salir 4.1.1. La Orden y la Iglesia IV. PERSPECTIVAS DOMINICANAS La Iglesia nos confía misiones que una parte de los nuestros asumen y asumirán en un espíritu auténticamente evangélico. Sabemos además que la mayoría de nuestros conventos han formado en torno a ellos comunidades de cristianos, a las que hay que asugurar el servicio de la palabra. Y, sin embargo, no todas las tareas de la Iglesia han de ser necesariamen- te las nuestras. ((Hacer lo que todo el mundo hace no es dominicano)), dice fr. Edward Schillebeeckx. Sin presunción, se ti-ata de hacer lo que otros no hacen.
No podemos olvidar que se nos envía a los que viven fuera de los límites visi- bles de la Iglesia. La Orden está llamada a desplazar sin cesar el centro de gra- vedad de su misión y a vigilar para que no quede, colectivamente, absorbido sólo por los ambientes cristianos. 4.1.2. Urza Orden en rnovirnierzto Es, pues, tiempo de partir, de salir afuera. Pues entrar en una cultura, reci- bir la profecía del otro, es salir de su casa y de sí mismo. Por supuesto, no es una mera cuestión de números: no se trata de calcular el número de frailes que están fuera o que están dentro, ni la parte de cada uno de nosotros que se ha vuelto hacia fuera; aunque no se excluye que un criterio cuantitativo pueda tener alguna pertinencia. Ser dominico es estar en movimiento y no en la estabilidad de un ordo, o me-jor: somos una orden orientada al movimiento. ¿Somos frailes que eligen estar seguros y estables, o bien en movimiento? Movilidades geográficas, hacia otras tierras; sociales, hacia otros sectores de nuestro propio mundo que no están ya accesibles a nosostros; intelectuales también, porque nuestras viejas teologías y eclesiologías no nos preparan para los nuevos desafíos. Sin auda- cia intelectual, no saldremos nunca fuera. 4.1.3. Mús allá de Avila ¿No habrá llegado el momento de llevar un poco más allá las propuestas del capítulo general de Ávila? Ávila señaló a la Orden una serie de fronteras (lo que a veces se entendió de manera estática: «tal fraile está, o no está, en las fronteras»; cuando en realidad se trataba de un dinamismo). Ahora bien, testamos llamados a mantenernos en las fronteras, o a franquearlas, a pasar al otro lado? Una frontera está puesta para franquearla, es un lugar de paso - la misma palabra que Pascua. 4.2. ¿Adónde llevar la palabra? 4.2.1. Las religiones y las culturas Se habla con frecuencia de diálogo interreligioso: algunos de nuestros fi-ai- les se encuentran decididamente comprometidos en él, y esa es una verdade- ra tarea de la misión hoy. La experiencia demuestra que este diálogo es un encuentro entre creyentes antes de serlo entre religiones; entre sujetos y no entre sistemas. Pero el diálogo no puede reducirse a ese campo. Hay que entablarlo con todo hombre que es diferente a nosotros, incluso si no compartimos el suelo
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