1998 Bolonia - Conferencia Interprovincial de Dominicos de ...

ecibir algo de otro. Los interlocutores, en pie de igualdad, se colocan ante la
verdad e intentan ahondar en la parte de esta verdad que les es propia. No se
acercarán necesariamente uno al otro, pero se acercarán a Dios.
Dejemos que un antiguo teólogo irlandés resuma esto: «En Pentecostés, el
Espíritu entregó a la Iglesia el don de lenguas, y eso es admirable. No estoy
tan seguro que le haya entregado también el don de escuchar...))
3.1.2. El diálogo imposible
No nos hagamos ilusiones. Un diálogo de tales características no siempre
es hoy posible. Un gmpo superviviente (por ejemplo, los coptos en Egipto) no
puede entrar en diálogo con quien le amenaza. Cuando el fundamentalismo
cobra auge (en Filipinas, por ejemplo), las posibilidades retroceden. A veces,
por falta de interlocutores, o porque hemos despreciado al otro durante tiem-
po, los caminos se presentan cerrados: por ejemplo, con las religiones tradi-
cionales de Africa. En otros casos, la Iglesia no parece preparada (China...).
Pero todo es posible para Dios, ¡incluso el perdón ... !
3.1.3. Más allá del diálogo ...
... está la actividad juntos, que se puede desarrollar sin ir precedida del
lenguaje. Así, entre católicos y protestantes, se vive un ecumenismo en nume-
rosas acciones caritativas o sociales, preocupándose poco por las compleji-
dades del diálogo de los teólogos. Cristianos y musulmanes pueden encon-
trarse para mantener juntos un centro de ayuda a mujeres con dificultades
en Pakistán, o para construir de consuno la mezquita del pueblo «Paraíso»
en Benin, por poner dos ejemplos en los que nuestros frailes desempeñan una
función esencial.
El diálogo con el otro distinto de nosotros es hoy una exigencia. Encerrarse
en uno mismo, quedarse entre las murallas de los creyentes con los que com-
partimos nuestra fe, sería elegir la muerte, para toda la Orden y para cada
comunidad.
3.2. El diálogo, una actitud espiritual
Más que buscar reglas generales, conviene hablar de una ((actitud dialo-
gal)), incluso de una ((espiritualidad dialogal)), de las que puede surgir el diá-
logo pleno. Se trata de diseñar con ello como una actitud fundamental del
Predicador, arraigo de la misión en estos momentos. Pi-oponemos aquí algu-
nos rasgos:
a) el diálogo supone ponerse al sericio del otro. Se despliega en una situa-
ción en la que el otro puede ser un maestro para nosotros. Es invertir la posi-
ción en la que se cree poseer algo que ha de transmitirse a quien no lo tiene;