1998 Bolonia - Conferencia Interprovincial de Dominicos de ...
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*La humanidad es plural en sí misnza. En cuanto nosotros pretendamos -y<br />
en la Iglesia católica, tenemos <strong>de</strong> ello triste experiencia a lo largo <strong>de</strong> la historia-<br />
poseer la verdad o hablar en rzonzbre <strong>de</strong> la humanidad, caenzos en el totalitaris-<br />
nzo y en una postura <strong>de</strong> exclusión. Nadie posee la verdad, todo el mundo la busca.<br />
Hay sin dttda verda<strong>de</strong>s objetivas, pero nos trascien<strong>de</strong>n a todos, y a ellas sólo se<br />
pue<strong>de</strong> acce<strong>de</strong>r en ttn largo canfinal; reconstrttyendo poco a poco esa verdad, espi-<br />
gando en otras culttrras, en otros tipos <strong>de</strong> humanidad, lo que los otros tanzbién<br />
han adquirido, han buscado en su propio peregrinaje hacia la verdad.<br />
Yo soy creyente, creo que hay ttn Dios, pero no tengo la pretensión <strong>de</strong> poseer<br />
a ese Dios, ni por Jesús que nze lo revela, ni por los dognzas <strong>de</strong> nzi fe. No se posee<br />
a Dios. No se posee la verdad, y nze hace falta la verdad <strong>de</strong> los otros. Es la expe-<br />
riencia qtte hago a diario con nziles <strong>de</strong> argelinos al conzpartir la existencia y las<br />
preguntas qtte todos nos planteanlos)).<br />
2.2. El Evangelio es para el mundo<br />
Hemos aprendido a pensar que la única mediación <strong>de</strong> Cristo no implica<br />
necesariamente para cada hombre la única mediación <strong>de</strong> su Iglesia. Dicho <strong>de</strong><br />
otra manera, si Jesús pertenece a una historia, la nuestra, Cristo es en cuan-<br />
to tal la recapitulación <strong>de</strong> todas las historias.<br />
2.2.1. La Iglesia y Cristo<br />
¿Cuál es, pues, el lugar <strong>de</strong> la Iglesia? Es el espacio en el que se recibe el<br />
Evangelio <strong>de</strong> Jesucristo, se reconoce, se confiesa, se celebra, se vive. Los cris-<br />
tianos encuentran en él ayuda, alegría, fuerza y, por mediación <strong>de</strong> los sacra-<br />
mentos, <strong>de</strong> la vida fraterna y <strong>de</strong> la liturgia, ven abrirse ante ellos caminos <strong>de</strong><br />
acceso hacia el Padre. Pero la Iglesia no pue<strong>de</strong> conservar estos tesoros para sí<br />
misma. Está al servicio <strong>de</strong>l Evangelio, y el Evangelio es para el mundo. Con<br />
frecuencia, los cristianos han pretendido guardar a Cristo para ellos. Al cono-<br />
cer a Jesús, en quien el Verbo se ha hecho carne, han creído a veces poseer la<br />
llave <strong>de</strong>l único camino hacia el Padre. Las Iglesias han enunciado y <strong>de</strong>finido<br />
todo lo que hacía falta y todo lo que se podía <strong>de</strong>cir <strong>de</strong> Dios. Al hacerlo, lo han<br />
guardado para ellas. Siendo así que forma parte <strong>de</strong> la herencia <strong>de</strong> la humani-<br />
dad, que pue<strong>de</strong> alcanzarlo por otras vías distintas <strong>de</strong> las nuestras.<br />
2.2.2. Las semillas y los árboles<br />
Parece que aquí se vuelve a encontrar una concepción teológica que se<br />
remonta a Justino, la <strong>de</strong> las ((semillas <strong>de</strong>l Verbo» <strong>de</strong>positadas en cada ser huma-<br />
no. Esta teología ha permitido una concepción <strong>de</strong> la ((preparaciones evangé-<br />
licas)), que la mirada creyente pue<strong>de</strong> discernir en germen en lo que hay <strong>de</strong><br />
justo sin referencia explícita a Jesucristo.