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crescencio palomo iglesias, op vida y obra de la m. trinidad del ...

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monjas lo tenían completo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía bastantes tiempos, por lo que ya hacía doce años<br />

que llevaba cerrado el noviciado. Con este panorama se encontró Merce<strong>de</strong>s al entrar en San<br />

Antón. Vivía sin compañeras, so<strong>la</strong> con <strong>la</strong> Maestra, madre Sacramento, y el trato con <strong>la</strong>s<br />

<strong>de</strong>más monjas se reducía a <strong>la</strong>s horas <strong>de</strong> trabajo, don<strong>de</strong> se encontraba con ancianas o<br />

mayores, no había ninguna <strong>de</strong> su generación.<br />

La madre Maestra <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el primer momento ofreció <strong>la</strong> buena voluntad <strong>de</strong> Merce<strong>de</strong>s a <strong>la</strong><br />

comunidad, ya que estaba necesitada <strong>de</strong> juventud que le ayudase en los trabajos. Así se vio<br />

Merce<strong>de</strong>s, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su entrada en San Antón, envuelta en múltiples quehaceres, para los que<br />

no estaba preparada y que con frecuencia eran superiores a sus fuerzas. Pero el<strong>la</strong> los<br />

emprendía «con tanta vocación –dice– que los trabajos y penitencias que sufría me parecían<br />

regalos dulcísimos, y aunque no sabía ni nunca hice trabajos por haber estado en el colegio<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> pequeña, me estimu<strong>la</strong>ba tanto ver trabajar aquel<strong>la</strong>s monjas <strong>de</strong> edad y tan señoras,<br />

más que mozas <strong>de</strong> servicio por amor <strong>de</strong> Dios, que yo buscaba con ansias <strong>de</strong> amor, aquellos<br />

penosos trabajos <strong>de</strong> <strong>la</strong>var, barrer, repicar <strong>la</strong> campana, limpiar los suelos, <strong>la</strong> cocina y lugares<br />

más sucios, como el mejor regalo.» 81 Y con esos <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> servir al Señor que tenía,<br />

«pronto –dice– aprendí, encontrando siempre en lo más penoso mi mayor dicha <strong>de</strong><br />

encontrar algo con qué obsequiar a Jesús. Me parecía el cielo los trabajos en <strong>la</strong> casa <strong>de</strong><br />

Dios, y los prefería con entusiasmo a los regalos <strong>de</strong>l mundo, que <strong>de</strong>spreciaba con toda <strong>la</strong><br />

fuerza <strong>de</strong> mi alma.» 82<br />

En el reparto <strong>de</strong> los trabajos siempre le tocaban los más duros a Merce<strong>de</strong>s por ser <strong>la</strong> más<br />

joven. Así, <strong>la</strong> mandaban «<strong>la</strong>var los c<strong>la</strong>ustros <strong>de</strong> coro bajo, refectorio y enfermería, para que<br />

sacase <strong>de</strong> los agujeros <strong>la</strong> basura con un palito y luego <strong>la</strong>varlo muy bien.» 83 Durante el<br />

trabajo hacía sus meditaciones y ofrecía sacar almas <strong>de</strong>l purgatorio y acercar a Jesús los<br />

infieles <strong>de</strong> <strong>la</strong>s misiones; <strong>de</strong>cía a Jesús: «Mientras <strong>la</strong>s monjas oran, yo, vuestra esc<strong>la</strong>vita,<br />

trabajaré por sacaros <strong>de</strong>l purgatorio, <strong>de</strong> <strong>la</strong> incredulidad muchas almas.» 84 En estos trabajos<br />

se sentía tan unida a Jesús que le parecía le ayudaba, como dice le ocurrió un día el tener<br />

que «quebrar los hielos <strong>de</strong> un lebrillo <strong>de</strong> r<strong>op</strong>a que tenía que <strong>la</strong>var <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> maitines, a <strong>la</strong>s<br />

tres <strong>de</strong> <strong>la</strong> mañana, el 15 <strong>de</strong> enero [...] Me mandó madre Maestra fuese con <strong>la</strong>s sacristanas a<br />

preparar los purificadores y r<strong>op</strong>as <strong>de</strong> sacristía que tenían en el huerto-patio, y había<br />

escarchado y sentía frío tan gran<strong>de</strong> que miré al cielo que chispeaban <strong>la</strong>s estrel<strong>la</strong>s lindísimas<br />

<strong>de</strong>l firmamento... y como si por el<strong>la</strong>s viese el rostro dulcísimo <strong>de</strong> Jesús me sentí inf<strong>la</strong>mada<br />

<strong>de</strong> un amor tan extraño y fuerte que sin esperar a <strong>la</strong>s sacristanas me <strong>la</strong>ncé fuera y con el<br />

puño empecé a quebrar aquellos vidrios que me parecían espuma <strong>de</strong> jabón.» 85<br />

Pero no todo era trabajo doméstico para Merce<strong>de</strong>s, <strong>la</strong> oración ante el sagrario ocupaba<br />

sus ratos libres, era una ten<strong>de</strong>ncia irresistible este acudir a <strong>la</strong> cita con Jesús sacramentado,<br />

su gran amor, su adorable Jesús... El<strong>la</strong> había entrado en San Antón soñando con este<br />

continuo encuentro. Tenía muy vivos los gratos recuerdos <strong>de</strong> su estancia en Santa Inés<br />

cuando en sus «visitas al sagrario –dice–, en don<strong>de</strong> siempre seguía el consejo <strong>de</strong> sor María<br />

Rosa Robles, daba unos golpecitos en <strong>la</strong> reja <strong>de</strong>l coro y le <strong>de</strong>cía: ¡Jesús mío, aquí está tu<br />

Merceditas!, y esperaba un ratico pidiéndole me diese su amor y me hiciese toda suya... Y<br />

él venía a mi alma y me daba aquellos consuelos... que sólo él sabe, y que me hizo <strong>la</strong> <strong>vida</strong><br />

en aquel colegio <strong>de</strong> cielo.» 86 Y también tenía presente aquellos coloquios que mantenía con<br />

81 Cuad. 15, Escr. 6, p. 21.<br />

82 Cuad. 15, Escr. 6, p. 21.<br />

83 Cuad. 32, Escr. 7, p. 185.<br />

84 Cuad. 32, Escr. 7, p. 185.<br />

85 Cuad. 15, Escr. 6, p. 21.<br />

86 Cuad. 25, Escr. 6, p. 202.

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