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crescencio palomo iglesias, op vida y obra de la m. trinidad del ...

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siguió cultivando cada vez con más profundidad en los años <strong>de</strong> postu<strong>la</strong>nte y novicia en<br />

aquel<strong>la</strong> tribuna <strong>de</strong> los muebles viejos, a don<strong>de</strong> siguió acudiendo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> profesar.<br />

Es fácil compren<strong>de</strong>r que <strong>la</strong> constancia a <strong>la</strong> cita al pie <strong>de</strong>l sagrario, para <strong>la</strong> que no<br />

<strong>de</strong>sperdiciaba ningún rato libre, <strong>la</strong> iba llevando a una profundidad en <strong>la</strong> oración, en el<br />

coloquio amoroso que mantenía con Jesús, que <strong>la</strong> llevaba a una contemp<strong>la</strong>ción o adoración<br />

en espíritu y en verdad, como a el<strong>la</strong> le gustaba <strong>de</strong>cir. Aquí encontraba su felicidad amando<br />

a su Esposo y ofreciéndose a él como víctima reparadora. Llegó hasta el extremo <strong>de</strong> que<br />

esta adoración era el centro <strong>de</strong> su existencia; toda su acti<strong>vida</strong>d se movía en torno a <strong>la</strong><br />

adoración a Jesús sacramentado y sin esta adoración no sabía ni podía vivir.<br />

Siguiendo en esta línea, pronto llegó a <strong>la</strong> conclusión que sería muy provechoso para <strong>la</strong>s<br />

monjas capuchinas imp<strong>la</strong>ntar en los conventos <strong>la</strong> adoración perpetua. Consultó al padre<br />

Ambrosio Valencina, y este buen director <strong>de</strong> su alma <strong>la</strong> animó a pedirlo y a seguir en esta<br />

línea luchando con tesón hasta que lo consiguiera.<br />

Sor Trinidad no echó en saco roto estos consejos, que coincidían con lo que el<strong>la</strong> sentía<br />

en el fondo <strong>de</strong> su alma cuando postrada ante Jesús sacramentado oraba. Lo pidió repetidas<br />

veces a su comunidad <strong>de</strong> San Antón y <strong>la</strong>s monjas consi<strong>de</strong>raron que <strong>la</strong> adoración sería una<br />

carga que impediría <strong>la</strong> observancia regu<strong>la</strong>r.<br />

Pero no por ello <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> insistir en este punto, pues sentía un impulso interior muy<br />

fuerte que le exigía no se diese por vencida ante <strong>la</strong> dificultad, y así, convencida <strong>de</strong> que<br />

Jesús se lo pedía, siguió firme en <strong>la</strong> brecha.<br />

Y, en efecto, parece ser que Jesús se lo manifestaba <strong>de</strong> vez en cuando, como una<br />

advertencia para que no se ami<strong>la</strong>nase ante <strong>la</strong> dificultad y siguiese luchando contra vientos y<br />

mareas.<br />

Así le ocurrió en el año 1905 en una visita que hizo a <strong>la</strong> madre Aba<strong>de</strong>sa don Vicente<br />

Casanova y Marzol, entonces párroco <strong>de</strong> Nuestra Señora <strong>de</strong>l Buen Consejo <strong>de</strong> Madrid y<br />

<strong>de</strong>spués obispo <strong>de</strong> Almería, arzobispo <strong>de</strong> Granada y car<strong>de</strong>nal <strong>de</strong> <strong>la</strong> Iglesia. Mas <strong>de</strong>jemos<br />

que el<strong>la</strong> misma narre lo que le sucedió:<br />

«Por el año 1905 vino don Vicente Casanova a <strong>de</strong>cir <strong>la</strong> santa misa en nuestro convento<br />

<strong>de</strong> San Antón (siendo aba<strong>de</strong>sa <strong>la</strong> madre Amalia <strong>de</strong>l Pi<strong>la</strong>r) por encargo que le hizo el señor<br />

Obispo <strong>de</strong> Madrid, don José Salvador Barrera, antiguo confesor y amigo <strong>de</strong> <strong>la</strong> madre<br />

Amalia <strong>de</strong>l Pi<strong>la</strong>r.<br />

»En efecto, don Vicente Casanova, entonces párroco <strong>de</strong> Madrid, cumplió el encargo <strong>de</strong><br />

su Obispo viniendo a celebrar en nuestra iglesia y <strong>de</strong>sayunar en el locutorio; por entonces<br />

le servía a <strong>la</strong> madre Aba<strong>de</strong>sa como <strong>de</strong> secretaria particu<strong>la</strong>r <strong>la</strong> que suscribe, y me encargó <strong>la</strong><br />

Madre fuese a saludarlo mientras <strong>de</strong>sayunaba en el locutorio, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> cumplir con los<br />

encargos <strong>de</strong>l Obispo, nos manifestó el amor y simpatía que tenía a <strong>la</strong>s capuchinas por<br />

tenerles mucho cariño a <strong>la</strong>s <strong>de</strong> Madrid, <strong>de</strong> quien había sido acólito, capellán y confesor.<br />

»La Madre le invitó, si quedaba algún día más en Granada, volviese al día siguiente a<br />

darnos <strong>la</strong> sagrada comunión y <strong>de</strong>cir <strong>la</strong> santa misa, y, en efecto, lo hizo con gran consuelo <strong>de</strong><br />

mi alma; aquel<strong>la</strong> comunión fue muy fervorosa, no sé qué sintió mi alma <strong>de</strong> extraordinario...<br />

Como siempre tuve vehementes ansias que <strong>la</strong>s religiosas <strong>de</strong> San Antón tuviésemos <strong>la</strong><br />

adoración perpetua, me pareció que en los momentos <strong>de</strong> elevar <strong>la</strong> sagrada Hostia en <strong>la</strong><br />

santa misa me <strong>de</strong>cía el Señor: “Este Pre<strong>la</strong>do os conce<strong>de</strong>rá <strong>la</strong> adoración a Jesús<br />

sacramentado”. Se lo dije a <strong>la</strong> madre Aba<strong>de</strong>sa, y me dijo: “No seas tonta, hija mía, es que<br />

sueñas... si este Señor no es más que párroco <strong>de</strong> Madrid”... Creía el ciego que veía y es <strong>la</strong><br />

gana que tenía... rendí mi juicio y creí como me <strong>de</strong>cía <strong>la</strong> Madre, aunque lo que sentí <strong>de</strong><br />

secreta <strong>de</strong>voción no se me borró nunca...» 113<br />

113 Cuad. 1, Escr. 1, p. 76-77: cf. Cuad. 3, Escr, 2 p. 65.

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