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molestar ni ser molestados en el camino, pero esas posiciones solo refuerzan<br />
la introversión y el individualismo.<br />
“Cuanto más la ciudad desarrolla posibilidades de encuentro, más<br />
solos se sienten los individuos; más libres, las relaciones se vuelven<br />
emancipadas de las viejas sujeciones más rara la posibilidad de<br />
encontrar una relación intensa. En todas partes encontramos la<br />
soledad, el vacio, la dificultad de sentir, de ser transportado fuera de<br />
sí.” 89<br />
Aun estando tan lejos los unos de los otros, manteniendo las distancias, nos<br />
son indispensables sus juicios por lo cual la opinión pública será un margen<br />
del cual no salirnos, no hay libertad de ser uno mismo, porque si eso a los<br />
ojos de alguien más es anómalo, implicaría muchos más rechazos o estar en<br />
la mira; la vigilancia constante de los sofisticados medios de control público<br />
son suficientes, no precisamos más ojos sobre nuestros cuerpos y mentes.<br />
“¿Será que mi costumbre de colocarme en el alma de los demás me<br />
lleva a verme como me ven los demás, o me verían si se fijasen en<br />
mí? Sí. Y una vez que me doy cuenta de cómo sentirían respecto a mí<br />
sí me conociesen, es como si lo sintiesen de verdad, lo estuviesen<br />
sintiendo, y sintiéndolo, expresándolo en aquel momento. Convivir con<br />
los otros es una tortura para mí. Y tengo a los otros en mí. Incluso<br />
lejos de ellos, estoy forzado a su convivencia. Solo, me rodean<br />
multitudes. No tengo hacia donde huir, a no ser que huya de mi.” 90<br />
89<br />
LIPOVETSKY, Gilles. La era del vacío, ensayos sobre el individualismo contemporáneo.<br />
Barcelona: Anagrama, 1986, pág.78<br />
90<br />
PESSOA, Fernando. El Libro del desasosiego. Barcelona: Seix Barral, 1984, pág.64<br />
105