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NIETZSCHE Y LA TRAGEDIA EN LA ÉPOCA DE LOS CENTAUROS.

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las relaciones y la estabilidad que nosotros hemos introducido en ella.<br />

El concepto es la condición de la verdad y, en cuanto tal, solamente el<br />

residuo de una metáfora 32 .<br />

Toda palabra se convierte de manera inmediata en concepto<br />

en tanto que justamente no ha de servir para la experiencia<br />

singular y completamente individualizada a la que debe su<br />

origen, por ejemplo, como recuerdo, sino que debe encajar al<br />

mismo tiempo con innumerables experiencias, por así decirlo,<br />

más o menos similares, jamás idénticas estrictamente<br />

hablando; en suma, con casos puramente diferentes. Todo<br />

concepto se forma por equiparación de casos no iguales (VM,<br />

p. 23).<br />

Así pues, desde un punto de vista lógico, la relación que se<br />

establece entre las imágenes originarias y los conceptos es contingente,<br />

no responde al principio de identidad. La consciencia asume las<br />

semejanzas como si fueran identidades y la contingencia es la que<br />

establece la relación con los conceptos, al modo de saltos de una<br />

imagen a otra.<br />

32 En rigor, ni siquiera mediante la intuición captamos la cosa en sí, puesto que incluso el contenido<br />

de ésta es, en el mejor de los casos una «imagen» de la cosa, pero no la cosa, dado que la imagen<br />

sólo representa una modificación de nuestra sensibilidad transformada en un nuevo plano en la que<br />

plasmamos no una verdad «en sí», sino algún aspecto del «devenir», que, sin embargo, no llega a<br />

expresarse propiamente en el lenguaje. En este punto parece que Nietzsche está retomando ideas de<br />

Schopenhauer, para quien no podemos tener sino representaciones de la voluntad, es decir, un<br />

acceso condicionado a la cosa en sí. Para éste, en el paso de la intuición a la reflexión conceptual,<br />

hay una modificación de los datos intuitivos, los que de por sí son modificados por la acción del<br />

intelecto aún en la más originaria de las intuiciones. El paso al concepto altera aún en mayor grado<br />

el contenido de la representación originaria, ya que, por un lado, introduce distinciones que no<br />

estaban presentes en ésta, y por el otro, elimina distinciones características de los datos de dicha<br />

intuición, que no son expresables mediante los conceptos. La reflexión empobrece, porque simplifica<br />

el material dado por la intuición. Por esto es que en la abstracción del «edificio de los conceptos»<br />

sólo conservamos algunos aspectos fácilmente manejables de la realidad, de aquella que nos<br />

proporciona, aunque ya mediada por nuestro intelecto, nuestra intuición. De este modo, la realidad<br />

“nouménica” se mantiene en Schopenhauer inaccesible al conocimiento, ya que lo primero que<br />

tenemos de ella es una representación, esto es, un paso fuera de la realidad, organizada en la forma<br />

de los conceptos, incluso entre aquellos que Schopenhauer llama «conceptos concretos» por ser los<br />

más ligados a la intuición. Tampoco para Nietzsche en el conocimiento llegamos a captar una<br />

realidad independientemente de aquella que articula nuestro intelecto. Sin embargo, él es más<br />

radical que Schopenhauer puesto que niega cualquier vía de acceso, y pone en duda la posibilidad<br />

de afirmar siquiera una realidad tal.<br />

25

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