La teoría de los cuatro escalones. Violencia, criminalidad e ...
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ecuperan hechos puntuales y significativos, pero pocas veces las narraciones articulan<br />
causalmente <strong>los</strong> sucesos <strong>de</strong> la propia vida:<br />
el hecho es tanto más notorio cuando se lo compara con aquel<strong>los</strong> casos que, <strong>de</strong> algún<br />
modo, sí pue<strong>de</strong>n hacerlo: son en general quienes, habiendo pasado por instancias<br />
judiciales o tutelares, se han vinculado con abogados, psicólogos y trabajadores<br />
sociales, encontrando instancias y relaciones que parecen haberles proporcionado <strong>los</strong><br />
elementos para una construcción narrativa <strong>de</strong> <strong>los</strong> sucesos (Kessler, 2004).<br />
<strong>La</strong> subjetividad y las marcas <strong>de</strong>l espacio escolar revelan que, en realidad, <strong>los</strong> jóvenes<br />
hablan poco <strong>de</strong> él, sin mucho encono ni fuertes críticas, y rara vez elaboran relatos con sentidos<br />
muy <strong>de</strong>finidos sobre sus trayectorias escolares. <strong>La</strong>s críticas adolescentes al mundo <strong>de</strong>l estudio o<br />
<strong>de</strong>l trabajo forman parte <strong>de</strong> la i<strong>de</strong>ntidad <strong>de</strong> todo joven. Sin embargo, en este caso,<br />
son escasas las marcas <strong>de</strong> la experiencia escolar en valores <strong>de</strong> referencia, en <strong>los</strong> modos<br />
<strong>de</strong> percibir y vincularse con <strong>los</strong> otros, en su relación con la autoridad, en la confianza en<br />
su futuro y en el propio esfuerzo para alcanzarlo (Kessler, 2004).<br />
<strong>La</strong> institución aparece como un gran vacío <strong>de</strong> sentido: <strong>los</strong> jóvenes no pue<strong>de</strong>n explicar por<br />
qué iban a ella, y por qué en algún momento <strong>de</strong>jan <strong>de</strong> hacerlo. Se trata <strong>de</strong> un sintomático<br />
discurso plagado <strong>de</strong> silencios. A pesar <strong>de</strong> ello, no surge para estos jóvenes, al menos<br />
discursivamente, otro camino alternativo <strong>de</strong> socialización y formación que la escuela:<br />
esto muestra una matriz <strong>de</strong> integración, por supuesto que <strong>de</strong>bilitada y dañada, pero<br />
cuyas huellas aún perduran (Kessler, 2004).<br />
<strong>La</strong> apropiación simbólica que <strong>los</strong> jóvenes realizan <strong>de</strong> sus barrios y comunida<strong>de</strong>s es una <strong>de</strong><br />
las claves para compren<strong>de</strong>r <strong>los</strong> sentidos <strong>de</strong> sus vidas cotidianas. Para ello, el barrio, como lugar<br />
don<strong>de</strong> llevan a cabo sus activida<strong>de</strong>s, es un horizonte acotado, <strong>de</strong>sprovisto <strong>de</strong> instituciones y <strong>de</strong><br />
todo espacio público común. Este sitio <strong>de</strong> “pertenencia” presenta en el discurso <strong>de</strong> <strong>los</strong> jóvenes<br />
una doble realidad:<br />
sustrato geográfico y comunidad <strong>de</strong> personas respecto <strong>de</strong> la cual, en todos sus relatos, se<br />
construyen como extraños. No hay ninguna reivindicación <strong>de</strong> su inclusión <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l<br />
colectivo barrial, por más que hayan nacido y pasado sus vidas allí. El barrio se conjuga<br />
en una tercera persona que englobaría a la ‘buena sociedad’ local, a <strong>los</strong> adultos, que <strong>los</strong><br />
observan, murmuran y enjuician. Así, a una apropiación simbólica territorial <strong>de</strong>sprovista<br />
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