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Lazarillo de Manzanares

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122 JUAN CORTÉS DE TOLOSA<br />

—Señor, yo la traigo <strong>de</strong> la suerte que veis y ella me trae <strong>de</strong> la<br />

que aquí vengo; no la pido más <strong>de</strong> que <strong>de</strong>je la amistad <strong>de</strong><br />

ciertas amigas, cuya conversación será muy buena, mas yo no la<br />

quiero.<br />

—¿Qué os parece? —la preguntó.<br />

Ella dijo:<br />

—Son unas viudas muy honradas y muy buenas cristianas,<br />

que están rezando en la iglesia <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la mañana hasta<br />

mediodía.<br />

—Digo, señor, que yo me entiendo y que quiero que rece mi<br />

mujer en casa.<br />

—¿No le dais causa para que tenga celos? —dijo vuelto a<br />

ella, y a él mandó no hablase más, diciendo conocía a las<br />

viudas, a quien, poco ha, hizo langostas <strong>de</strong> unos hombres a<br />

quien venía a castigar, casándolos con ellas—. Vos, señora,<br />

venistes por remedio y fuera bien llevára<strong>de</strong>s castigo; mas,<br />

usando <strong>de</strong> clemencia por vuestro marido, que le hallo hombre<br />

<strong>de</strong> bien… ¡Desengaño, Muerte y Verdad, encargaos <strong>de</strong>lla!<br />

Luego la asió el Desengaño, que más cerca estaba. Levantose<br />

<strong>de</strong> mi lado la Muerte y todos tres cargaron con ella —a quien yo<br />

seguí, fiado en mi amiga—, los cuales dieron con ella en el<br />

Infierno. A cuya puerta hallé multitud <strong>de</strong> hombres que yo<br />

conocía muy bien. Tenían los más sus hijos <strong>de</strong> las manos, y<br />

luego que vieron la Muerte al ojo se hincaron <strong>de</strong> rodillas y<br />

empezaron a gemir.<br />

Yo llegué hasta la puerta y puse la cabeza por ver si hallaría<br />

allí ciertas personas cuyo <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>nado camino me olió a tal<br />

para<strong>de</strong>ro. No pu<strong>de</strong> ver nada, tanto por el mucho humo cuanto<br />

porque luego que entró la Muerte cerraron, y la gente que antes<br />

estaba tiró <strong>de</strong> mí para ganarme el lugar. Yo me quité <strong>de</strong> muy<br />

buena gana, y, poniéndome <strong>de</strong> los postreros, pregunté a uno:<br />

—¿Qué es lo que aquí hacéis?<br />

Él me respondió:

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