Lazarillo de Manzanares
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50 JUAN CORTÉS DE TOLOSA<br />
Ella estaba amigada con un alguacil, por cuya causa tenía<br />
fáciles las salidas a cantidad <strong>de</strong> malda<strong>de</strong>s, y concertaron entre<br />
los dos que una noche se quedase la hija con él a solas y que<br />
hiciese lo que, como la que lo era <strong>de</strong> su madre, sabría, y que<br />
entrase <strong>de</strong>spués el alguacil y un escribano, como fue. El cual los<br />
halló a escuras y sentados sobre una cama —traza <strong>de</strong> la<br />
mozuela, porque como él lo estuviese sin saber que entraba, se<br />
sentó en ella—. No fue menester más para que él hubiese sido,<br />
en lo que se pue<strong>de</strong> enten<strong>de</strong>r, el malhechor. Recibiéronla a ella<br />
su <strong>de</strong>claración y dijo que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que aquel hombre entró en su<br />
casa la había solicitado y perseguido, y que ella siempre huyó<br />
dél, y que aquella noche, yéndose a acostar, la llamó para que le<br />
trajese un poco <strong>de</strong> agua, y que, llevándosela, cerró la puerta y la<br />
forzó, y que ella no pudo dar gritos por haberla tapado la boca<br />
—lo cual <strong>de</strong>cía con tantas lágrimas como si fuera verdad, y no<br />
había hecho la madre más que salir <strong>de</strong>l aposento y entrar el<br />
alguacil, en cuyo tiempo se acostó para salir mejor con su<br />
intento—. Con este dicho asió un corchete <strong>de</strong> mi compañero<br />
para llevarle a la cárcel, el cual no se <strong>de</strong>fendió ni dijo nada<br />
contra ello, porque, como tan entendido, sabía que ellos sentían<br />
lo contrario y que aunque mucho hablase no había <strong>de</strong> servir <strong>de</strong><br />
nada.<br />
Llevábanme mi buen amigo, a quien por hacerme bien<br />
sucedió lo presente, y a mí el alma; mas lo uno y lo otro volvió<br />
la ca<strong>de</strong>na: a él a su aposento y a mi cuerpo lo que he dicho. El<br />
cómo fue ellos lo saben —y vuesa merced lo sabrá <strong>de</strong>spués—,<br />
como los que otras veces lo <strong>de</strong>bieron <strong>de</strong> hacer; que a mí no me<br />
permitieron que estuviese presente. De manera que nos hizo <strong>de</strong><br />
daño por entonces la venida a Madrid docientos escudos <strong>de</strong> oro<br />
<strong>de</strong> la ca<strong>de</strong>na y docientos reales para el alguacil y el escribano,<br />
con ocho reales más para el corchete.<br />
La pru<strong>de</strong>ncia con que él llevó este infortunio y la<br />
pesadumbre mía corrían parejas, y tanto que di en que la<br />
ca<strong>de</strong>na había <strong>de</strong> volver a su tronco, para lo cual hice tres cosas: