Lazarillo de Manzanares
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80 JUAN CORTÉS DE TOLOSA<br />
Capítulo XIII<br />
Cómo se enamoró y cómo <strong>de</strong> esta causa nació<br />
<strong>de</strong>spedirle su amo<br />
H<br />
EME aquí, vuesa merced, que gozo tranquilidad <strong>de</strong><br />
vida, sin cuidar más que <strong>de</strong> comerme lo mejor que a<br />
las manos podía haber. Pues sepa ahora que el diablo<br />
<strong>de</strong>l portugués cayó en <strong>de</strong>sgracia <strong>de</strong> mi dueño por haber<br />
entendido que sólo servía tratar <strong>de</strong> los polvos filosofales<br />
consumir su hacienda y quedarse él con parte <strong>de</strong>lla, aunque en<br />
el hábito no lo mostró, porque si supiera <strong>de</strong> la piedra que<br />
intentaban lo que <strong>de</strong> estudiar un jubón <strong>de</strong> ajedrez —a ser <strong>de</strong><br />
color los remiendos que le echaba—, diera muy presto con ella;<br />
pues ya cerca <strong>de</strong> las medias tenían tantos puntos que nos<br />
sucedía a los que las mirábamos lo que a un hombre ciego con<br />
su mujer, hermosa pero corcovada, que era tentarla el <strong>de</strong>feto y<br />
no verla el buen rostro, porque lo que veíamos estaba tan<br />
puntuoso como he dicho, y bueno lo que cubría el herreruelo.<br />
Este tal hombre, o diablo, más astuto que Ulises, me olió los<br />
dineros, y procurando entrar en mi voluntad para por allí<br />
soldar la pérdida que el salir <strong>de</strong> en casa <strong>de</strong> mi amo le trajo, dio<br />
conmigo en la <strong>de</strong> unas damas <strong>de</strong> buenos talles y caras, cuyas<br />
salas estaban tan bien a<strong>de</strong>rezadas que yo creí servía en ella, y<br />
era el dueño.<br />
Luego que entré se levantaron, y haciéndome más cortesía<br />
<strong>de</strong> la que una sotanilla y herreruelo <strong>de</strong> bayeta merecían, me<br />
sentaron <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la tarima en un taburete bajo, en medio <strong>de</strong><br />
las dos puedo <strong>de</strong>cir, porque si al principio no se me puso más<br />
que la una al lado, luego vine a estar con la otra al otro. Sentose<br />
él al <strong>de</strong> uno <strong>de</strong>llas y empezaron a combatir mis dineros, que a<br />
eso miraba ofrecerme posada, hacienda y personas, y esto<br />
asiéndome las manos la que a mi lado izquierdo estaba, porque<br />
era la que mejores las tenía, por cuya razón la tocaba hacer