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Lazarillo de Manzanares

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LAZARILLO DE MANZANARES 35<br />

Al fin fue por la amiga un criado <strong>de</strong>l ofendido reñidor, la<br />

cual, así ella como la criada Marica y yo, sabíamos lo que se<br />

había <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir. Llegó la amiga sin alcanzar la respiración y<br />

diciendo:<br />

—¿Qué hay por acá, que me sale el corazón <strong>de</strong>l cuerpo?<br />

Contósele lo que pasaba, y levantándose la recién venida y<br />

sentándose en la silla que al lado <strong>de</strong>l mesurado estaba, le dijo:<br />

—Amigo, no será cristiano si no me cree. Esta pobrecita<br />

tenía algunas cosillas <strong>de</strong> oro que ya no ha menester, porque su<br />

hábito no las permite y porque no se quiere volver a casar, y fue<br />

a la platería a <strong>de</strong>shacerse <strong>de</strong>llas, porque dice, si quiere que se lo<br />

diga, que querría aliviarle <strong>de</strong> muchas cosas que la llega al alma<br />

verle gastar en ellas…<br />

—Deje eso, amiga —dijo mi ama—, y vaya a lo que hace al<br />

caso; que yo no estimo la hacienda en comparación <strong>de</strong> lo que<br />

quiero la honra.<br />

—De allí fuimos en casa <strong>de</strong> un letrado, gran<strong>de</strong> amigo <strong>de</strong>l<br />

que pudre, a pedirle que viniese a ver unos papeles y, junto con<br />

eso, a darla parecer en el pleito que la han puesto; y a eso<br />

estuvo aquí ayer y había estado a esotro. Y si no me quiere<br />

creer, ¡sal acá, Inés! Di aquí lo que ayer hicimos como si te<br />

confesases para dar el alma a Dios.<br />

Decía lo propio. Luego llamaba a Mariquilla y <strong>de</strong>cía como la<br />

que se lo habían preguntado algunas veces porque no errase.<br />

Tras ésta venía yo, y también: «Como si te confesases,<br />

<strong>Lazarillo</strong>». Yo ponía las manos jurando que unos frailes<br />

<strong>de</strong>scalzos no hicieran lo que mi señora y su madre <strong>de</strong> la que<br />

estaba presente hicieron —y yo solo me confesaba bien, porque<br />

era verdad que los que he dicho no hicieran lo que ellas<br />

hicieron—. Era cosa muy para provocar a risa oírla repetir a<br />

menudo en el discurso <strong>de</strong>l cuento: «¡Ah, este mi corazón tan<br />

leal!»<br />

Luego que yo acabé <strong>de</strong> firmar se levantó mi ama y<br />

llegándose a él le dijo:

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