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Lazarillo de Manzanares

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LAZARILLO DE MANZANARES 89<br />

yo hallase a quien en el estado presente me había puesto, para<br />

que acabase con la persona, pues acabó con la hacienda.<br />

Caminé cosa <strong>de</strong> cuatro leguas casi <strong>de</strong>snudo y pidiendo<br />

limosna, al cabo <strong>de</strong> las cuales me hallé un hombre que me<br />

ofreció su compañía, tan <strong>de</strong>svalijado como yo. Éste me<br />

preguntó dón<strong>de</strong> iba. Respondile que a Osuna. Díjome que allí<br />

mismo iba él, y, llegándoseme, dijo:<br />

—Vos no <strong>de</strong>béis <strong>de</strong> llevar mil ducados.<br />

—Ni dos cuartos —respondí yo.<br />

—Ansí pues, vamos con bien, que no reñiremos sobre el<br />

partir <strong>de</strong> las tierras, porque a mí no me acompaña moneda <strong>de</strong><br />

rey, y, con todo, no estoy el peor <strong>de</strong>l mundo, porque tengo muy<br />

gentil gana <strong>de</strong> comer; y fuera más pobre si me faltara lo uno y<br />

lo otro, supuesto que la comida se pue<strong>de</strong> buscar y la gana para<br />

comerla no. ¡Buen ánimo! —me dijo asiéndome la mano—, que<br />

no nos ha <strong>de</strong> faltar, y <strong>de</strong>sta daga nos ha <strong>de</strong> venir sin ofen<strong>de</strong>r a<br />

nadie con ella.<br />

Y yo tan enamorado que iba llorando, tales cosas tenía entre<br />

manos. Dejo aparte la <strong>de</strong>snu<strong>de</strong>z y hablo <strong>de</strong>l amor y los celos,<br />

que lo uno es terrible como la muerte y lo otro penoso como el<br />

Infierno.<br />

Llegamos, pues, a Osuna, ocho leguas <strong>de</strong> Sevilla, y luego<br />

preguntamos por la casa don<strong>de</strong> se daba <strong>de</strong> comer. Dijéronnos<br />

dón<strong>de</strong> era, fuimos allá, salió el dueño, preguntámosle qué tenía<br />

que darnos, respondionos que había perdices, capones, lindo<br />

carnero, mejor tocino y cosas <strong>de</strong> pescado frescas con, el mejor<br />

vino que en treinta leguas alre<strong>de</strong>dor se hallaba.<br />

—Pues <strong>de</strong> todo nos sacad —dijo mi compañero, y <strong>de</strong> todo<br />

comimos espléndidamente.<br />

Yo me espanté que a gente que mostraban tan poca<br />

sustancia tanto se les diese. Leyómelo en los ojos el que traía al<br />

lado y díjome que con pasajeros no se guardaba la regla <strong>de</strong>:<br />

«Roto y a pie viene, luego no trae», porque como los caminos<br />

sean peligrosos suelen ir <strong>de</strong>snudos y llevar muchos doblones.

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