Lazarillo de Manzanares
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58 JUAN CORTÉS DE TOLOSA<br />
entonces como niño y a<strong>de</strong>lante como hombre (o, para <strong>de</strong>cirlo<br />
bien, siempre como hombre) a una señora <strong>de</strong> mi misma edad,<br />
que conmigo igualmente, ansí en años como en afectos<br />
amorosos, iba creciendo. La igualdad <strong>de</strong> nuestras volunta<strong>de</strong>s, la<br />
posibilidad <strong>de</strong> nuestras haciendas, la <strong>de</strong> nuestras calida<strong>de</strong>s, era<br />
causa que sus padres ni los míos no se disgustasen que a<br />
cualquier hora entrase en su posada, porque los unos y los otros<br />
venían en ellas y nos criaban para casarnos.<br />
Su casa estaba más arriba <strong>de</strong> la mía, y tan pegada que,<br />
abierta una puerta que en un tabique hicimos, eran las dos una.<br />
Por allí se comunicaban sus padres y los míos, o nos<br />
comunicábamos todos. Qué <strong>de</strong> 28 noches, Lázaro, me quedé<br />
vestido hablando con ella por la tronera <strong>de</strong> la llave!, que<br />
aunque nunca se me vedó hablarla ni entrar en su casa por la<br />
razón que he dicho, es en tales pasiones más gustoso el rato que<br />
se hurta que el que se conce<strong>de</strong>. ¡Oh, cuánto más amable era<br />
para mí la obscuridad <strong>de</strong> la noche que la claridad <strong>de</strong>l día! Ella<br />
con su manto negro vestía <strong>de</strong> luz mi enamorado pecho, él con<br />
su <strong>de</strong>senvoltura ofendía mis favores ¡Mal hayan, Lázaro, todos<br />
mis cuidados, si no estimé en más sus esperanzas que la mejor<br />
posesión <strong>de</strong>l lugar!<br />
¡Oh, qué necio andaría en hablarte más <strong>de</strong> la persona sin<br />
<strong>de</strong>cirte las partes hermosas <strong>de</strong> que era dotada!, que, cuando no<br />
las tuviera, bastaba para mí ser <strong>de</strong> mi gusto; fuera <strong>de</strong> que era<br />
hermosa por tener las figuras todas en proporción, y en esta<br />
conformidad lo restante <strong>de</strong>l cuerpo. Y si la pasión no me ciega,<br />
no ha acertado naturaleza a hacer otros ojos como los suyos,<br />
costosos para mí si bellos para ella: negros eran, y tan<br />
honestamente traviesos que el día <strong>de</strong> hoy me trae inquieto su<br />
viveza. El pelo se crió a esta <strong>de</strong>voción, y el rostro contrario a lo<br />
que he dicho: la frente era espaciosa (y no sin acuerdo, que se<br />
había <strong>de</strong> encerrar mucha traición en ella); la nariz, tuvo el<br />
28 Orig. (42r): ‘Que’.