Lazarillo de Manzanares
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LAZARILLO DE MANZANARES 9<br />
Capítulo primero <strong>de</strong> <strong>Lazarillo</strong> <strong>de</strong> <strong>Manzanares</strong>.<br />
En que cuenta dón<strong>de</strong> nació; cómo Felipe Calzado y<br />
Inés <strong>de</strong>l Tamaño, su mujer, le prohijaron <strong>de</strong> la piedra,<br />
con algunas <strong>de</strong> sus costumbres<br />
NSÍ que sabrá vuesa merced que dicen haber nacido yo<br />
en Madrid, corte <strong>de</strong>l rey don Felipe nuestro señor,<br />
tercero <strong>de</strong> este nombre, villa digna <strong>de</strong>l título no sólo<br />
real, sino imperial, la más insigne <strong>de</strong>l mundo, tanto por el<br />
respecto dicho, cuanto porque en ella nunca es <strong>de</strong> noche. En<br />
esta, pues, Noruega <strong>de</strong> claridad, me parece que Felipe Calzado<br />
y Inés <strong>de</strong>l Tamaño, padres <strong>de</strong> aquellas mujeres que aunque<br />
compran el manto entero no se sirven más que <strong>de</strong>l medio,<br />
tuvieron <strong>de</strong>voción <strong>de</strong> criar un niño <strong>de</strong> los expósitos o <strong>de</strong> la<br />
piedra. Y como el día que en Madrid sale la procesión <strong>de</strong> las<br />
amas se fuesen los dos a la calle Mayor, don<strong>de</strong> mi suerte quiso<br />
que yo les agradase más que los otros —tanto por ser varón y<br />
haberme soltado <strong>de</strong>l andador, cuanto porque era blanco y les<br />
agradó los buenos trozos <strong>de</strong> mis brazos y piernas,<br />
prometedores <strong>de</strong> no mala persona en los tiempos futuros—, me<br />
llevaron consigo a la casa <strong>de</strong> los dos mayores ladrones que en<br />
España ha habido, a cuya mi ya putativa madre servía <strong>de</strong> guión<br />
en todas las más <strong>de</strong> sus acciones —una punta <strong>de</strong> hechicera,<br />
como vuesa merced a<strong>de</strong>lante verá, no obstante que los dos<br />
tenían sus <strong>de</strong>vociones; que es muy <strong>de</strong> la frutera haber<br />
asalariado el ciego para que la rece, y aun1 A<br />
<strong>de</strong>rramar lágrimas<br />
oyendo el paso <strong>de</strong> los azotes, y dar con el <strong>de</strong>do para que el peso<br />
supla lo que en él no ha puesto.<br />
En ésta, pues, fui creciendo alegre y vinoso, porque aquellas<br />
hijas —a cuya mayor parte, por su edad, cae mejor madres—<br />
1 Orig. (1v): ‘y aun a’.