max-lucado-aplauso_del_cielo-2 - Ondas del Reino
max-lucado-aplauso_del_cielo-2 - Ondas del Reino
max-lucado-aplauso_del_cielo-2 - Ondas del Reino
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
A Sarai la idea le resulta igualmente graciosa. Cuando escucha la noticia, se le escapa<br />
una risita antes de poder contenerla. Murmura algo acerca de que a su esposo le hace falta<br />
mucho más de lo que tiene y después vuelve a reírse.<br />
Se ríen porque es lo que uno hace cuando alguien dice que puede hacer lo imposible. Se<br />
ríen un poco de Dios y bastante con Dios, porque Dios también se está riendo. Entonces,<br />
con la sonrisa aún en su rostro, se dedica a hacer lo que mejor hace: lo increíble.<br />
Cambia algunas cosas, empezando con sus nombres. Abram, el padre de uno, ahora será<br />
Abraham, el padre de una multitud. Sarai, la estéril, ahora será Sara, la madre.<br />
Pero sus nombres no son las únicas cosas que cambia Dios. Él cambia sus mentes.<br />
Cambia su fe. Cambia el número de integrantes de su familia. Cambia su manera de definir<br />
la palabra imposible.<br />
Pero sobre todo, cambia la actitud de Sara en lo referente a confiar en Dios. Si ella<br />
escuchara la declaración de Jesús acerca de ser pobre en espíritu, podría dar un<br />
testimonio:«Él tiene razón. Si hago las cosas a mi manera, consigo un dolor de cabeza. Si<br />
permito que Dios se encargue, consigo un hijo. Trate de figurarse eso. Lo único que sé es<br />
que soy la primera mujer <strong>del</strong> pueblo que paga a su pediatra con los cheques de jubilación».<br />
Dos mil años más tarde, he aquí otro testimonio: 3<br />
«Lo último que quería hacer era pescar. Pero eso era exactamente lo que quería hacer<br />
Jesús. Yo había pescado toda la noche. Me dolían los brazos. Me ardían los ojos. Tenía el<br />
cuello dolorido. Lo único que deseaba hacer era ir a casa y dejar que mi esposa me<br />
masajeara hasta quitarme los nudos de la espalda.<br />
»Fue una noche larga. No sé cuántas veces lanzamos la red a la oscuridad para<br />
escucharla golpear el mar. No sé cuántas veces sostuvimos la soga mientras la red se hundía<br />
en el agua. Toda la noche habíamos esperado sentir ese golpe, ese tirón que nos indicara<br />
que debíamos jalar para meter la pesca a la barca… pero nunca ocurrió. Al amanecer,<br />
estaba listo para ir a casa.<br />
»Justo cuando estaba a punto de alejarme de la playa, noté una multitud que se acercaba<br />
a mí. Seguían a un hombre larguirucho que se desplazaba con un balanceo amplio y paso<br />
largo. Me vio y dijo mi nombre. “¡Buenos días. Jesús!” le respondí. Aunque estaba como a<br />
den metros de distancia, podía ver su blanca sonrisa. “Qué multitud, ¿no?” exclamó,<br />
señalando a la masa que estaba detrás de Él. Asentí con la cabeza y me senté a observar.<br />
»Se detuvo cerca de la orilla <strong>del</strong> agua y comenzó a hablar. Aunque no alcanzaba a<br />
escuchar mucho, podía ver bastante. Podía ver que venían cada vez más personas. Con<br />
tanta presión y empuje, es un milagro que a Jesús no lo hayan empujado al agua. Ya estaba<br />
con el agua hasta las rodillas cuando me miró.<br />
»No lo pensé dos veces. Se metió a mi barca, y Juan y yo lo seguimos. Lo empujamos<br />
alejándonos un poco de la orilla. Me apoyé en la proa, y Jesús empezó a enseñar.<br />
»Parecia que la mitad de Israel estaba en la playa. Los hombres dejaron su trabajo, las<br />
mujeres dejaron de lado sus tareas domésticas. Incluso reconocí a algunos sacerdotes.<br />
¡Todos escuchaban! Apenas se movían, y sin embargo, sus ojos danzaban como si de algún<br />
modo lograran ver lo que podrían llegar a ser.<br />
»Cuando Jesús terminó, se volvió hacia mí. Me puse de pie y empecé a levar el ancla<br />
cuando dijo: “Lleva la barca hacia la parte más profunda, Pedro. Pesquemos”.<br />
»Me quejé. Miré a Juan. Ambos pensábamos lo mismo. Mientras quisiera usar la barca<br />
como plataforma, era aceptable. Pero usarla como barca de pesca, ese territorio era nuestro.<br />
3 Véase Lucas 5.1–11 .