max-lucado-aplauso_del_cielo-2 - Ondas del Reino
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descuartizado y sacrificado por adoradores de Satanás. Uno que había sido esposo durante<br />
treinta años se había ido con otro hombre. (No, con una mujer no, con un hombre.)<br />
Cuando uno mira este mundo, manchado de sangre inocente y sucio de egoísmo, ¿acaso<br />
no le dan ganas de ir a casa?<br />
Yo también.<br />
El viejo santo nos dice que cuando lleguemos a casa. Dios mismo nos enjugará las<br />
lágrimas.<br />
Cuando era joven, tenía bastantes personas para enjugarme las lágrimas. Tenía dos<br />
hermanas mayores que se ocupaban de mí. Tenía aproximadamente una docena de tías y<br />
tíos. Tenía una madre que trabajaba por las noches como enfermera y de día como madre,<br />
ejerciendo ambas profesiones con ternura. Incluso tenía un hermano tres años mayor que yo<br />
que ocasionalmente se compadecía de mí.<br />
Pero cuando pienso en alguien que me enjugaba las lágrimas, pienso en mi papá. Sus<br />
manos eran callosas y fuertes, sus dedos cortos y regordetes. Y cuando mi padre secaba una<br />
lágrima, parecía secarla para siempre. Había algo en su toque que no sólo quitaba la<br />
lágrima de dolor de mi mejilla. También me quitaba el temor.<br />
Juan dice que algún día Dios le enjugará todas las lágrimas. Las mismas manos que<br />
extendieron los délos tocarán sus mejillas. Las mismas manos que formaron las montañas le<br />
acariciarán el rostro. Las mismas manos que se retorcieron en agonía al ser traspasadas por<br />
el clavo romano algún día le tomarán la cara y le enjugarán toda lágrima. Para siempre.<br />
Cuando uno piensa en un mundo donde no habrá motivo para llorar, nunca, ¿acaso no le<br />
dan ganas de ir a casa?<br />
«Ya no habrá muerte», declara Juan. ¿Lo puede imaginar? ¿Un mundo sin coches<br />
fúnebres ni morgues, ni cementerios, ni lápidas? ¿Se imagina un mundo donde no se tiren<br />
paladas de tierra sobre los féretros? ¿Sin nombres grabados en mármol? ¿Sin funerales?<br />
¿Sin vestidos negros? ¿Sin arreglos florales negros?<br />
Así como uno de los gozos <strong>del</strong> pastorado es ver a una novia que desciende por la nave<br />
central, una de las tristezas es ver un cuerpo dentro de un cajón reluciente frente al pulpito.<br />
Nunca resulta sencillo decir adiós. Nunca es fácil partir. La tarea más difícil de este mundo<br />
es dar un beso final a unos labios fríos que no pueden responder con un beso. Lo más difícil<br />
de este mundo es decir adiós.<br />
En el mundo que ha de venir, Juan dice que nunca se dirá «adiós».<br />
Dígame: ¿Acaso no le dan ganas de ir a casa?<br />
Las palabras más esperanzadoras de ese pasaje de Apocalipsis son las que expresan el<br />
propósito de Dios: «¡Yo lo hago todo nuevo!»<br />
Es difícil ver cómo las cosas envejecen. La dudad en la que crecí está envejeciendo.<br />
Hace poco estuve allí. Algunos de los edificios están cerrados con tablas. Algunas de las<br />
casas han sido derribadas. Algunas de mis maestras están jubiladas; otras enterradas. El<br />
viejo cine donde llevaba a mis novias tiene un letrero que dice «Se vende» en la<br />
marquesina, habiendo quedado desplazado desde hace mucho por los multicines más<br />
nuevos que le brindan ocho posibilidades. Los únicos que visitan el autocine son las matas<br />
rodantes y los roedores. Recuerdos de primeras citas y fiestas de graduación han sido<br />
deteriorados por la lluvia interminable de los años. Los que fueron novios desde la<br />
secundaria están divorciados. Una porrista murió de un aneurisma. Nuestro jugador de<br />
fútbol estelar está enterrado a pocos lotes <strong>del</strong> que ocupa mi padre.<br />
Ojalá pudiera hacer que todo fuese nuevo otra vez. Ojalá pudiese quitarle el polvo a las<br />
calles. Ojalá pudiera recorrer el vecindario conocido, saludar con la mano los rostros