max-lucado-aplauso_del_cielo-2 - Ondas del Reino
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Después vi un <strong>cielo</strong> nuevo y una tierra nueva, porque el primer délo y la primera<br />
tierra habían pasado, y el mar ya no existía. Vi la Ciudad Santa, la nueva Jerusalén, que<br />
bajaba <strong>del</strong> <strong>cielo</strong> de parte de Dios, ataviada como una novia hermosamente vestida para su<br />
prometido. Y oí una voz fuerte que venía <strong>del</strong> trono y decía: «Ahora está la morada de Dios<br />
entre los hombres, y vivirá con ellos. Ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos y<br />
será su Dios. Él enjugará toda lágrima de los ojos de ellos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni<br />
lamento ni dolor porque las primeras cosas ya pasaron».<br />
El que estaba sentado en el trono dijo: «¡Yo lo hago todo nuevo!» 1<br />
Juan está viejo cuando escribe estas palabras. Su cuerpo está agotado. El viaje ha sido<br />
duro. Sus amigos se han ido. Pedro está muerto. Pablo ha sido martirizado. Andrés,<br />
Santiago, Natanael… son figuras nebulosas de una época anterior.<br />
Al escuchar la voz desde el trono, me pregunto: ¿Recuerda acaso el día en que la<br />
escuchó en la montaña? Pues es el mismo Juan y el mismo Jesús. Los mismos pies que<br />
hace tanto tiempo subieron por la montaña detrás de Jesús se afirman para seguirlo otra vez.<br />
Los mismos ojos que miraron al Nazareno mientras enseñaba en la cumbre son los que<br />
buscan verlo otra vez. Los mismos oídos que escucharon a Jesús describir por primera vez<br />
el <strong>del</strong>eite sagrado escuchan cómo es revelado nuevamente.<br />
En este encuentro final en la cumbre de la montaña. Dios levanta el telón y permite al<br />
guerrero echarle un vistazo a la patria. Cuando se le asigna la tarea de poner por escrito lo<br />
que ve, Juan escoge la comparación más bella que puede ofrecer la tierra. La Ciudad Santa,<br />
dice Juan, se parece a «una novia hermosamente vestida para su prometido».<br />
¿Qué cosa es más bella que una novia? Uno de los beneficios adicionales de ser<br />
ministro es que me toca dar una ojeada a la novia antes que nadie al ubicarse a la entrada de<br />
la nave central. Y debo decir que nunca he visto una novia fea. He visto algunos novios a<br />
los que no les vendría mal un retoque o dos, pero nunca ha sido el caso de una novia. Tal<br />
vez sea el aura de blancura que se adhiere a ella como rocío a una rosa. O quizás sean los<br />
diamantes que brillan en sus ojos. O posiblemente sea el sonrojo de amor que le pinta las<br />
mejillas o el ramillete de promesas que lleva. Sea lo que fuere, uno tiene la sensación al ver<br />
a una novia que está viendo la belleza más pura que el mundo pueda ostentar.<br />
Una novia. Un compromiso vestido de elegancia. «Estaré contigo para siempre». El<br />
mañana trayendo esperanza al día de hoy. Pureza prometida fielmente entregada.<br />
Cuando usted lee que nuestro hogar celestial es semejante a una novia, dígame: ¿Acaso<br />
no le dan ganas de ir a casa?<br />
El mundo que encontré al despertar esta mañana no podría ser descrito como una novia<br />
hermosamente vestida para su prometido, ¿y el suyo?<br />
Una parte <strong>del</strong> mundo que encontré al despertar estaba sufriendo. Un adolescente se<br />
quitó la vida en la oscuridad previa al amanecer. Sin nota. Sin explicación. Sólo quedan una<br />
madre y un padre perplejos que serán acosados para siempre por preguntas para las que no<br />
tienen respuestas.<br />
Una parte <strong>del</strong> mundo que encontré al despertar estaba desilusionada. Otro dirigente<br />
nacional había sido acusado de deshonestidad. Él pestañeaba tratando de contener las<br />
lágrimas y tragaba su enojo en el noticiero de la red de comunicaciones. Una generación<br />
atrás, le hubiésemos otorgado el beneficio de la duda. Ya no.<br />
Una parte <strong>del</strong> mundo que encontré al despertar esta mañana estaba devastado. Una niña<br />
de tres años había sido degollada por su propio padre. Un estudiante de medicina había sido<br />
1 Apocalipsis 21.1–5 .