max-lucado-aplauso_del_cielo-2 - Ondas del Reino
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Y usted está enojado.<br />
O quizás la herida es reciente. El amigo que le debe dinero acaba de pasar en un auto<br />
nuevo. El jefe que lo contrató con promesas de promociones ni recuerda cómo se pronuncia<br />
su nombre. Su círculo de amigos hizo una escapada de fin de semana y usted no fue<br />
invitado. Los hijos que crió parecen haber olvidado que existe.<br />
Y está herido.<br />
Una parte de usted está quebrantada, la otra amargada. Una parte suya quiere llorar, otra<br />
quiere pelear. Las lágrimas que derrama están calientes porque vienen de su corazón, y en<br />
él hay un fuego encendido. Es el fuego de la ira. Arde. Consume. Sus llamaradas lamen la<br />
caldera humeante de la venganza.<br />
Y debe tomar una decisión. «¿Apago el fuego o lo avivo? ¿Supero el asunto o lo dejo?<br />
¿Lo suelto o alimento el resentimiento? ¿Permito que se sanen mis heridas, o que el dolor<br />
se convierta en odio?»<br />
Esa es una buena definición de resentimiento: Resentimiento es permitir que su dolor se<br />
convierta en odio. Resentimiento es permitir que aquello que lo carcome se lo coma a<br />
usted. Resentimiento es atizar, alimentar y aventar el fuego, avivando así las llamas y<br />
reviviendo el dolor.<br />
Resentimiento es una decisión <strong>del</strong>iberada de alimentar la ofensa hasta convertirlo en un<br />
rencor negro, peludo y gruñón.<br />
Rencor es una de esas palabras que se autodefinen. Su sonido mismo <strong>del</strong>ata su<br />
significado.<br />
Dígala lentamente: «Rrrrr-eeen-corrr».<br />
Empieza con un gruñido. «Rrr…» Como un oso con mal aliento que sale de hibernación<br />
o un perro sarnoso defendiendo su hueso en un callejón. «Rrrr…»<br />
Estar cerca de una persona resentida y acariciar a un perro gruñón producen el mismo<br />
grado de placer.<br />
¿Acaso no le encanta estar junto a personas que alimentan su rencor? ¿No le <strong>del</strong>eita<br />
escuchar sus cantinelas de desgracias? ¡Son tan optimistas! Tan llenas de esperanza.<br />
Rebosan de vida.<br />
Usted sabe que no es así. Usted y yo sabemos, que si de algo rebosan es de enojo. Y si<br />
de algo están llenas, es de ponzoñosos dardos de condenación para todas las personas que<br />
las hayan lastimado. Los rencorosos y los animales furiosos se parecen mucho. Ambos son<br />
irritables. Son explosivos. Ambos pueden ser rabiosos. Alguien debiera fabricar un rótulo<br />
que pudiesen llevar al cuello los resentidos: «Cuidado con el Rrrrrencoroso».<br />
Hay algo que usan los rencorosos. Lodo. No basta con acusar; es necesario atacar el<br />
carácter de la otra persona. No es suficiente señalar con el dedo; hay que apuntar con un<br />
rifle. Se lanzan calumnias. Se asignan apodos. Se cierran los círculos. Se levantan paredes.<br />
Y se crean enemigos.<br />
Otro problema que se les presenta a los rencorosos es la porquería que deben atravesar<br />
laboriosamente. Lodo cenagoso. Resentimiento negro, espeso que llega hasta los tobillos y<br />
le quita vigor al paso. Nada de alegres saltos por las praderas. Nada de saludables subidas a<br />
la montaña. Únicamente día tras día de caminar en la tormenta, hombros inclinados contra<br />
el viento, pies arrastrándose en la porquería que la vida le ha entregado.<br />
¿Es así como trata con sus heridas? ¿Está permitiendo que sus heridas se transformen en<br />
odios? De ser así, pregúntese: ¿Da resultado? ¿Su odio le ha servido de algo? ¿Su<br />
resentimiento le ha producido algún alivio, algo de paz? ¿Le ha otorgado gozo alguno?