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max-lucado-aplauso_del_cielo-2 - Ondas del Reino

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H ay una palabra que describe la noche que Él vino: común.<br />

El <strong>cielo</strong> era común. Una brisa ocasional agitaba las hojas y enfriaba el aire. Las estrellas<br />

eran diamantes que relucían sobre terciopelo negro. Escuadras de nubes flotaban frente a la<br />

luna.<br />

Era una noche bella —una noche que valía la pena contemplar desde la ventana de su<br />

dormitorio para poder admirarla— pero no se podía decir que fuese excepcional. No había<br />

razón para esperar una sorpresa. Nada que mantenga despierta a alguien. Una noche común<br />

con un <strong>cielo</strong> común.<br />

Las ovejas eran corrientes. Algunas gordas. Algunas flacas. Algunas con barrigas en<br />

forma de barril. Algunas con patas como palitos. Animales comunes. Su lana no era de oro.<br />

No hacían historia. Ningún ganador de premios. Eran simples ovejas, siluetas abultadas y<br />

dormidas en la ladera de una colina.<br />

Y los pastores. Campesinos. Probablemente llevaban puesta toda la ropa que tenían.<br />

Olían a oveja y lucían igual de lanudos. Eran cuidadosos, dispuestos a pasar la noche con<br />

sus rebaños. Pero no encontrará sus cayados en un museo ni sus escritos en una biblioteca.<br />

Nadie les pedía su opinión respecto a la justicia social o la aplicación de la Tora. Eran<br />

desconocidos y simples.<br />

Una noche común con ovejas comunes y pastores comunes. Y si no fuese por Dios, a<br />

quien le complace agregar un «detalle adicional» en el frente de lo común, la noche habría<br />

pasado inadvertida. Las ovejas habrían sido olvidadas y los pastores habrían dormido toda<br />

la noche.<br />

Pero Dios danza en medio de lo corriente. Y esa noche bailó un vals.<br />

El <strong>cielo</strong> negro estalló en fulgor. Árboles que daban sombra irrumpieron en claridad.<br />

Ovejas que estaban en silencio se convirtieron en un coro de curiosidad. En un instante, el<br />

pastor estaba dormido como una piedra, un momento después se restregaba los ojos con la<br />

mirada fija en el rostro de un extraterrestre.<br />

La noche dejó de ser común.<br />

El ángel vino de noche porque es el momento en que mejor se ven las luces y es cuando<br />

más se necesitan. Dios se presenta en lo común por la misma razón.<br />

Sus herramientas más poderosas son las más sencillas.<br />

Considere la vara de Moisés. 1 A esa altura de su vida, Moisés había sido pastor el<br />

mismo tiempo que príncipe, y se había acostumbrado a ello. Cuidando ovejas no se llevaba<br />

una vida tan activa como la que se vivía entre la realeza egipcia, pero tenía sus momentos<br />

especiales, sobre todo cuando Dios le habló a través de un arbusto que ardía y no se<br />

consumía. Dios le anunció que él era el hombre que liberaría a los israelitas. Moisés no<br />

estaba convencido de que era el hombre para esa tarea. Dios afirmó que lo importante no<br />

era quién era Moisés sino quién era Él. Y se propuso demostrarlo.<br />

—Moisés —dijo la voz desde el arbusto—, echa en tierra tu vara.<br />

Moisés, que había recorrido esta montaña durante cuarenta años, no se sentía agradado<br />

con la orden.<br />

—Dios, tú sabes mucho acerca de tantas cosas, pero es posible que no sepas que por<br />

aquí, pues bien, uno no anda tirando su vara por ahí. Nunca se sabe cuando…<br />

—Échala, Moisés.<br />

Moisés la echó. La vara se convirtió en serpiente, y Moisés echó a correr.<br />

1 Véase Éxodo 4.1–4 .

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