max-lucado-aplauso_del_cielo-2 - Ondas del Reino
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Estuve a punto de decirle a este carpintero-maestro: “Dedícate a predicar que yo me<br />
dedicaré a la pesca”. Pero fui más educado: “Trabajamos toda la noche. No pescamos nada”.<br />
»É1 sólo me miró. Yo vi a Juan. Juan estaba a la espera de mi indicación…<br />
»Quisiera decir que lo hice por amor. Desearía poder decir que lo hice por devoción.<br />
Pero no puedo. Lo único que puedo decir es que hay un tiempo para preguntar y un tiempo<br />
para escuchar. De modo que tanto con un gruñido como con una oración salimos.<br />
»Con cada golpe <strong>del</strong> remo, yo murmuraba. Con cada tirón de la paleta, me quejaba. “No<br />
hay manera. No hay manera. Imposible. Tal vez no sepa mucho, pero sé de pesca. Y lo<br />
único que traeremos de regreso serán unas redes mojadas”.<br />
»E1 ruido de la playa se iba alejando, y pronto lo único que se escuchaba era el golpe<br />
de las olas contra el casco. Finalmente bajamos el ancla. Levanté la pesada red, la sostuve a<br />
la altura de la cintura y empecé a lanzarla. Fue en ese momento que capté un vistazo de<br />
Jesús. Su expresión me detuvo en medio de la acción.<br />
»Estaba inclinándose por la borda, mirando el agua donde estaba a punto de lanzar la<br />
red. Y, aunque no lo crea, estaba sonriendo. Una sonrisa como de muchacho empujaba sus<br />
mejillas hacia arriba y convertía sus ojos redondos en medias lunas, el tipo de sonrisa que<br />
uno ve cuando un niño entrega un obsequio a un amigo y lo observa mientras lo<br />
desenvuelve.<br />
»Él notó que yo lo miraba e intentó ocultar la sonrisa, pero persistía. Apretaba las<br />
comisuras de sus labios hasta que apareció un destello de dientes. Me había dado un regalo<br />
y casi no podía contener su emoción mientras yo lo abría.<br />
»“Qué desilusión va a recibir”, pensé mientras lanzaba la red. Voló alto, extendiéndose<br />
al fondo <strong>del</strong> délo azul y flotando hasta caer sobre la superficie para luego hundirse. Di una<br />
vuelta a la soga alrededor de mi mano y me acomodé para la larga espera.<br />
»Pero no hubo espera. La soga se tensó de un tirón e intentó tirarme por la borda.<br />
Coloqué mis pies contra el costado de la barca y grité pidiendo ayuda. Juan y Jesús saltaron<br />
a mi lado.<br />
»Logramos meter la red antes de que comenzara a romperse. Nunca había visto una<br />
pesca tal. Fue como dejar caer una bolsa de piedras en la barca. Empezamos a hacer agua.<br />
Juan gritó pidiendo ayuda a otra barca.<br />
»Fue una escena bastante impresionante: cuatro pescadores en dos barcas, pescados<br />
hasta las rodillas y un carpintero sentado en nuestra proa, disfrutando <strong>del</strong> pandemonio.<br />
»Fue allí que comprendí quién era Él. Y fue en ese momento que comprendí quién era<br />
yo: ¡Yo era quien le dijo a Dios lo que Él no podía hacer!<br />
»“¡Apártate de mí. Señor; soy hombre pecador!” No había otra cosa que pudiese decir.<br />
»No sé lo que vio en mí, pero no se apartó. Quizás pensó que si dejaba que me dijera<br />
cómo pescar, le permitiría que me dijese cómo vivir.<br />
»Fue una escena que llegaría a ver muchas veces en los dos años siguientes, en los<br />
cementerios con los muertos, en las colinas con los hambrientos, en las tormentas con los<br />
atemorizados, a los costados de los caminos con los enfermos. Los personajes irían<br />
cambiando, pero el lema no. Cuando nosotros decíamos: “No hay manera”. Él decía: “A mi<br />
manera”. Entonces aquellos que dudaban se atropellaban para lograr la bendición. Y Aquel<br />
que la daba saboreaba la sorpresa».<br />
«Mi poder se muestra mejor en los débiles». 4<br />
4 2 Corintios 12.9 , Versión popular.