max-lucado-aplauso_del_cielo-2 - Ondas del Reino
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Ningún hombre tenía mayor motivo para ser desdichado que él, sin embargo ninguno<br />
era más gozoso.<br />
Su primer hogar fue un palacio. Tenía sirvientes a la mano. El chasquido de sus dedos<br />
cambiaba el curso de la historia. Su nombre era conocido y amado. Tenía todo: riqueza,<br />
poder, respeto.<br />
Y luego se quedó sin nada.<br />
Los estudiantes <strong>del</strong> caso todavía lo consideran. Los historiadores tropiezan al intentar<br />
explicarlo. ¿Cómo podría un rey perder todo en un instante?<br />
En un momento pertenecía a la realeza; al siguiente quedó en la pobreza.<br />
Su cama llegó a ser, en el mejor de los casos, un camastro prestado… y, por lo general,<br />
la tierra dura. Nunca fue dueño de siquiera el medio más elemental de transporte y dependía<br />
de donaciones para sus ingresos. A veces estaba tan hambriento que comía granos crudos o<br />
agarraba fruta de algún árbol. Sabía lo que era estar bajo la lluvia, el frío. Sabía lo que<br />
significaba no tener hogar.<br />
Los predios de su palacio fueron impecables; ahora estaban expuestos a la suciedad.<br />
Nunca había conocido dolencia, pero ahora estaba rodeado de enfermedades.<br />
En su reino fue reverenciado; ahora era ridiculizado. Sus vecinos intentaron matarlo.<br />
Algunos dijeron que era un lunático. Su familia intentó confinarlo a su casa.<br />
Aquellos que no lo ridiculizaron intentaron usarlo. Querían favores. Querían que hiciera<br />
trucos. Él era una novedad. Querían ser vistos con él, es decir, hasta que pasó de moda el<br />
ser visto con él. Después quisieron matarlo.<br />
Se le acusó de un <strong>del</strong>ito que nunca cometió. Contrataron testigos para que mintiesen. El<br />
jurado fue preparado. No se le asignó abogado para su defensa. Un juez impulsado por los<br />
políticos dictó la pena de muerte.<br />
Lo mataron.<br />
Se fue <strong>del</strong> mismo modo que llegó, sin un centavo. Fue enterrado en una tumba prestada,<br />
y su funeral financiado por amigos compasivos. Aunque una vez lo tuvo todo, murió sin<br />
nada.<br />
Debería ser desdichado. Debería estar amargado. Tenía todo el derecho a ser una<br />
caldera hirviente de ira. Pero no lo fue.<br />
Estaba gozoso.<br />
Los agrios no atraen seguidores. La gente lo seguía dondequiera que iba.<br />
Los niños rechazan a los malhumorados. Corrían en pos de este hombre.<br />
Las multitudes no se reúnen a escuchar a los llorones. Ellas clamaban al oírlo.<br />
¿Por qué? Porque tenía gozo. Sentía gozo en su pobreza. Cuando fue abandonado.<br />
Cuando fue traicionado. Incluso al colgar de un instrumento de tortura, sus manos<br />
atravesadas por clavos romanos de quince centímetros.<br />
Jesús personificaba el gozo inquebrantable. Un gozo que rehusaba doblegarse ante el<br />
viento de los tiempos difíciles. Un gozo que se mantenía en pie ante el dolor. Un gozo<br />
cuyas raíces se extendían en lo profundo <strong>del</strong> fundamento de la eternidad.<br />
Quizás fue allí donde lo aprendió Beverly Sills . Sin duda, fue allí donde lo aprendieron<br />
Glyn Johnson y Robert Reed . Y es allí donde podemos aprenderlo nosotros.<br />
¿Qué tipo de gozo es este? ¿Qué cosa es este regocijo que osa guiñar a la adversidad?<br />
¿Qué ave es esta que canta en la oscuridad? ¿Cuál es la fuente de esta paz que desafía al<br />
dolor?<br />
Yo lo llamo <strong>del</strong>eite sagrado.<br />
Es sagrado porque no es terrenal. Lo que es sagrado es de Dios. Y este gozo es de Dios.