max-lucado-aplauso_del_cielo-2 - Ondas del Reino
max-lucado-aplauso_del_cielo-2 - Ondas del Reino
max-lucado-aplauso_del_cielo-2 - Ondas del Reino
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Cuando llegué a casa <strong>del</strong> trabajo, me contó el asunto. «Tenía ganas de llorar, pero no lo<br />
hice. Simplemente me quedé sentada, asustada».<br />
Mi impulso inmediato fue averiguar los nombres de los muchachos y golpear a sus<br />
padres en la nariz. Pero no lo hice. Hice algo más importante. Acomodé a mi hijita en mi<br />
regazo, la envolví en mis brazos y le dije que no se preocupara por esos matones porque su<br />
papá estaba aquí, y que me aseguraría de hacerles saber que si alguna vez esos bravucones<br />
se acercaban a mi princesa estarían arriesgando sus propias vidas, sí señor.<br />
Y eso le bastó a Jenna. Bajó de un salto y salió corriendo.<br />
Volvió unos minutos más tarde, llorando. Su codo estaba raspado.<br />
La levanté y la llevé al baño para administrarle primeros auxilios. Trató de decirme lo<br />
que había sucedido.<br />
—Yo …snif, snif… estaba girando …snif, snif… como un helicóptero …snif, snif… y<br />
después me caaaaaaíííííí —dijo llorando.<br />
—Todo va a estar bien —le dije al sentarla sobre la mesada <strong>del</strong> baño.<br />
—¿Me pondrás una curita®?<br />
—Por supuesto.<br />
—¿Una grande?<br />
—La más grande.<br />
—¿De verdad?<br />
Estiré el adhesivo sobre la raspadura y levanté su brazo hasta el espejo para que pudiera<br />
ver su medalla de valentía.<br />
—Vaya. ¿Puedo mostrarle a mamá?<br />
—Por supuesto —sonreí.<br />
Y fue suficiente para Jenna.<br />
—Papá.<br />
La voz provenía de otro mundo, el mundo de los despiertos. La ignoré y me quedé en el<br />
mundo <strong>del</strong> sueño.<br />
—Papá —la voz era insistente.<br />
Abrí un ojo. Andrea, nuestra hija de tres años, estaba junto a mi cama a pocos<br />
centímetros de mi cara.<br />
—Papá, tengo miedo.<br />
Abrí el otro ojo. Eran las tres de la mañana.<br />
—¿Qué pasa?<br />
—Necesito una lintedna en mi cuadto.<br />
—¿Qué?<br />
—Necesito una lintedna en mi cuadto.<br />
—¿Por qué?<br />
— Podque está oscudo.<br />
Le dije que las luces estaban encendidas. Le dije que la lámpara estaba encendida y que<br />
la luz <strong>del</strong> pasillo también.<br />
—Pedo papá — objetó—, ¿y si abdo mis ojos y no puedo ved nada?<br />
—¿Podrías repetir eso?<br />
—¿Qué pasa si abdo mis ojos y no puedo ved nada?<br />
Justo cuando estaba por decirle que ese no era el mejor momento para hablar acerca de<br />
aflicciones, mi esposa irrumpió. Me explicó que hubo un problema con la luz alrededor de<br />
la medianoche y que Andrea debe haberse despertado en la oscuridad. Sin lámpara. Sin luz<br />
en el pasillo. Había abierto sus ojos y no había podido ver nada. Sólo oscuridad.