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max-lucado-aplauso_del_cielo-2 - Ondas del Reino

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Pero las fotos estaban surcadas de rayas blancas… excrementos de pájaros. Ali miró<br />

hacia las vigas donde estaban las palomas que habían adoptado su gimnasio como hogar.<br />

Entonces hizo algo significativo. Quizás como gesto conclusivo. Tal vez como declaración<br />

de desesperanza. Sea cual fuere el motivo, caminó hasta la fila de fotos y de una en una las<br />

fue dando vuelta hacia la pared. Luego se dirigió hacia la puerta, miró fijamente el paisaje<br />

campestre, y murmuró algo tan bajito que Smith debió pedirle que lo repitiese. Ali lo<br />

repitió.<br />

«El mundo era mío», dijo él, «y de nada sirvió. Mire ahora». 3<br />

El palo <strong>del</strong> poder es un palo engrasado.<br />

El emperador Carlomagno lo supo. Hay una historia interesante que tiene que ver con la<br />

sepultura de este famoso rey. Según la leyenda, pidió que lo sepultasen sentado en posición<br />

erguida sobre su trono. Pidió que su corona fuese colocada sobre su cabeza y su cetro<br />

puesto en su mano. Pidió que le colocasen en los hombros su manto real y que le pusiesen<br />

un libro abierto sobre el regazo.<br />

Eso sucedió en 814 A.D. Casi doscientos años después, el emperador Othello decidió<br />

averiguar si el pedido de sepultura había sido cumplido. Supuestamente envió un equipo de<br />

hombres a abrir la tumba y hacer un informe. Encontraron el cuerpo tal como Carlomagno<br />

lo había solicitado. Sólo que ahora, casi dos siglos más tarde, la escena era grotesca. La<br />

corona estaba ladeada, el manto apolillado, el cuerpo desfigurado. Pero abierto sobre los<br />

muslos <strong>del</strong> esqueleto estaba el libro que Carlomagno había solicitado: la Biblia. Un dedo<br />

huesudo señalaba a Mateo 16.26 : «¿De qué le servirá a un hombre ganar el mundo entero<br />

si pierde su alma?» 4<br />

Usted puede dar la respuesta.<br />

Al ir tomando forma estos pensamientos sobre el poder, debí asistir a un banquete.<br />

Ahora bien, en la lista de cosas que prefiero hacer en una noche libre, asistir a un<br />

banquete figura en una de las últimas posiciones. La idea evoca imágenes de comida fría,<br />

salas calientes, sistemas de sonido de mala calidad, oradores de largo tiro y manchas de<br />

salsa en mi corbata. Disculpe mi falta de adaptación social, pero para mí es preferible una<br />

buena película o un juego de béisbol.<br />

Este banquete en particular no había logrado hacerme cambiar de opinión. Era una<br />

ceremonia de entrega de premios donde estaban sobrevendidas las entradas y había<br />

empezado tarde. Al maestro de ceremonias le costaba mantener atentos a todos los<br />

presentes. Competía con la escuadrilla de camareros que entraban y salían cada trece<br />

segundos. Los premios fueron entregados con minucioso detalle. Fueron aceptados con<br />

gratitud explícita y verborrágica. Empecé a mirar mi reloj y masticar cubitos de hielo.<br />

Fue entonces que presentaron al rey.<br />

«¿Un rey?» Eché una mirada a mi alrededor, pensando que vería un manto y una<br />

corona. No fue así. Sí, vi un joven bien vestido que era escoltado hasta la plataforma.<br />

«Conque así luce un rey», pensé. Otros deben haber estado tan intrigados como yo. El<br />

sitio estaba en silencio.<br />

Su nombre era Rey Goodwill. Era la séptima generación de reyes de la tribu Zulú en<br />

África. Título impresionante. Pero aun más significativo era el hecho de que el mismo Rey<br />

3 Gary Smith, «Ali and His Entourage» [Ali y su comitiva]. Sports Illustrated, 16 de abril<br />

de 1988, pp. 48–49.<br />

4 Encydopedia of 7700 Illustrations [Enciclopedia de 7700 ilustraciones], Assurance<br />

Publishers, 1979, pp. 1213–14.

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