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max-lucado-aplauso_del_cielo-2 - Ondas del Reino

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Bastaba para cumplir con la ley. Bastaba para satisfacer el mandato. Bastaba para<br />

justificar la justicia de Dios.<br />

Pero no bastaba para quitar el pecado.<br />

«Porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados». 2<br />

Los sacrificios ofrecían soluciones temporales, pero sólo Dios podía ofrecer la solución<br />

eterna.<br />

Así que lo hizo.<br />

Bajo los escombros de un mundo caído, se atravesó las manos. Entre los despojos <strong>del</strong><br />

naufragio de una humanidad colapsada, se abrió el costado. Sus hijos estaban atrapados, por<br />

lo que dio su sangre.<br />

Era lo único que tenía. Sus amigos se habían ido. Su fuerza estaba menguando. A sus<br />

pies, habían echado suertes para repartirse sus posesiones. Incluso su Padre había apartado<br />

su rostro. Su sangre era lo único que tenía. Pero su sangre bastó.<br />

«Si alguno tiene sed», dijo una vez Jesús, «venga a mí y beba». 3<br />

No nos resulta fácil reconocer nuestra sed. Hay fuentes falsas que calman nuestras<br />

ansias con azucarados tragos de placer. Pero llega un momento en que ello no satisface.<br />

Llega una hora oscura en la vida de cada uno en la que el mundo se derrumba y quedamos<br />

atrapados bajo el escombro de la realidad, ardiendo de sed y muriendo.<br />

Algunos preferirían morir antes que reconocerlo. Otros lo reconocen y escapan a la<br />

muerte.<br />

«Dios, necesito ayuda».<br />

Así vienen los sedientos. Conformamos un grupo andrajoso, unidos por sueños rotos y<br />

promesas incumplidas. Fortunas que nunca fueron amasadas. Familias que nunca fueron<br />

fundadas. Promesas que nunca fueron cumplidas. Niños con los ojos abiertos de miedo<br />

atrapados en los sótanos de nuestros propios fracasos.<br />

Y estamos muy sedientos.<br />

No sed de fama ni de posesiones, ni de pasión ni de romance. Hemos bebido de esos<br />

estanques. Son agua salada en el desierto. No sacian… matan.<br />

«Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia[…]»<br />

Justicia. Ahí está. Eso es lo que anhelamos. Estamos sedientos de una conciencia<br />

limpia. Deseamos hacer borrón y cuenta nueva. Anhelamos empezar de cero. Rogamos que<br />

llegue una mano y se introduzca en la oscura caverna de nuestro mundo haciendo por<br />

nosotros lo que nosotros mismos no podemos hacer: arreglarnos nuevamente. 4<br />

«Mami, tengo tanta sed», suplicaba Gayaney.<br />

«Fue entonces que recordé que tenía mi propia sangre», explicó Susanna.<br />

Entonces la mano fue cortada, la sangre derramada y la criatura salvada.<br />

«Dios, tengo tanta sed», rogamos.<br />

«Es mi sangre, la sangre <strong>del</strong> nuevo pacto», declaró Jesús, «derramada para librar a<br />

muchos de sus pecados» 5<br />

Entonces la mano fue atravesada,<br />

la sangre derramada,<br />

2 Hebroes10.4<br />

3 Juan 7.37 .<br />

4 «No basta que sólo deseemos justicia a menos que nos mueva una verdadera hambre de<br />

ella», St. Jerome, según cita de Bruner, The Christbook [El libro de Cristo], p. 142.<br />

5 Mateo 26.28 , PHILLIPS, traducción libre <strong>del</strong> inglés.

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