15.05.2013 Views

max-lucado-aplauso_del_cielo-2 - Ondas del Reino

max-lucado-aplauso_del_cielo-2 - Ondas del Reino

max-lucado-aplauso_del_cielo-2 - Ondas del Reino

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

—Seguro —refunfuñó.<br />

—¿Está listo?<br />

Anteriormente quizás se hubiese jactado diciendo que sí, pero ya había escuchado<br />

demasiados versículos de la Biblia. Lo sabía bien.<br />

Clavó la mirada en el piso de concreto durante un largo rato, meditando en la pregunta.<br />

Por un momento pensé que su corazón de piedra se resquebraba. Durante un segundo,<br />

pareció que el rudo Aníbal reconocería sus fracasos por primera vez.<br />

Pero me equivoqué. Los ojos que se levantaron para encontrarse con los míos no<br />

estaban anegados de lágrimas; estaban airados. No eran los ojos de un pródigo arrepentido;<br />

eran los de un prisionero furioso.<br />

—Está bien —dijo encogiéndose de hombros—. Me convertiré en uno de sus cristianos.<br />

Pero no espere que cambie mi manera de vivir.<br />

La respuesta condicional me dejó un gusto amargo en la boca.<br />

—Usted no es quien establece las reglas —le dije—. No se trata de un contrato que<br />

usted negocia antes de firmarlo. Es un regalo… ¡un regalo inmerecido! Pero para poder<br />

recibirlo, hace falta que reconozca que lo necesita.<br />

—Está bien.<br />

Pasó sus gruesos dedos por su cabello y se puso de pie.<br />

—Pero no crea que va a verme en la iglesia los domingos. Suspiré. ¿Cuántos golpes en<br />

la cabeza es necesario que reciba un hombre para que pida ayuda?<br />

Al observar a Aníbal caminar de un lado a otro de la pequeña celda, comprendí que su<br />

verdadera prisión no estaba construida con ladrillos y argamasa, sino de orgullo. Había sido<br />

encarcelado dos veces. Una por asesinato y otra por obstinación. Una vez por su país y otra<br />

por sí mismo.<br />

La prisión <strong>del</strong> orgullo. Para la mayoría de nosotros no ocurre de manera tan declarada<br />

como en el caso de Aníbal, pero las características son las mismas. El labio superior<br />

siempre está rígido. El mentón siempre protubera hacia a<strong>del</strong>ante, y el corazón es igual de<br />

duro.<br />

La prisión de orgullo se llena de hombres autosuficientes y mujeres decididos a<br />

levantarse por sí mismos, con los cordones de sus botas, aunque se caigan de nalgas. No<br />

importa lo que hayan hecho, ni a quién se lo hayan hecho, ni dónde acabarán; sólo importa<br />

que «Lo hice a mi manera».<br />

Usted ha visto a los prisioneros. Ha visto al alcohólico que no reconoce su problema. O<br />

a la mujer que rehúsa hablar con alguien acerca de sus temores. Ha visto al hombre de<br />

negocios que se niega rotundamente a recibir ayuda, aun cuando sus sueños se desmoronen.<br />

Tal vez lo único que necesita hacer para ver tal prisionero es mirar al espejo.<br />

«Si confesamos nuestros pecados. Él es fiel y justo». 1 La palabra más grande en las<br />

Escrituras bien podría ser esa de dos letras, si. Pues la confesión de pecados —reconocer<br />

las fallas— es justamente lo que rehúsan hacer los prisioneros <strong>del</strong> orgullo.<br />

Usted conoce el dicho:<br />

«Bueno, tal vez no sea perfecto, pero soy mejor que Hitler y ¡por cierto más bondadoso<br />

que Idi Amin!»<br />

«¿Yo, pecador? Pues sí, claro, de vez en cuando armo un alboroto, pero soy un tipo<br />

bastante bueno».<br />

1 1 Juan 1.9 , énfasis mío.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!