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max-lucado-aplauso_del_cielo-2 - Ondas del Reino

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Y la compasión es la alternativa que puede liberarlos a todos.<br />

«Dichosos los misericordiosos», dijo Jesús en la montaña. Los que son compasivos<br />

hacia otros son los que son verdaderamente dichosos. ¿Por qué? Jesús respondió a esa<br />

pregunta: «Porque ellos alcanzarán misericordia».<br />

Los misericordiosos, dice Jesús, son tratados con compasión. Son testigos de gracia.<br />

Son dichosos porque atestiguan una bondad mayor. Perdonar a otros nos permite ver cómo<br />

Dios nos ha perdonado a nosotros. La dinámica de dar gracia es la clave para comprender la<br />

gracia, pues es al perdonar a otros que comenzamos a sentir lo que siente Dios.<br />

Jesús contó la historia de un rey que decidió ajustar todas sus cuentas con los que<br />

trabajaban para él. 2 Citó a sus deudores y les dijo que pagaran. Un hombre debía una<br />

cantidad demasiado grande para devolver… una deuda que nunca podría ser saldada. Pero<br />

cuando el rey vio al hombre y escuchó su historia, su corazón se compadeció, y borró su<br />

deuda.<br />

Al alejarse dicho hombre <strong>del</strong> predio <strong>del</strong> palacio, sé encontró con un compañero de<br />

trabajo que le debía una suma pequeña. Agarró al deudor y comenzó a estrangularlo,<br />

exigiendo el pago. Cuando el hombre pidió compasión, esta le fue negada. En lugar de eso,<br />

el que acababa de ser perdonado hizo echar a la cárcel a la persona que le debía.<br />

Cuando el rey se enteró, se enfureció. Y Jesús dice: «Y enojado su señor lo entregó a<br />

los carceleros para que lo torturaran hasta que pagara todo lo que debía». 3<br />

¿Podría verdaderamente ocurrir que a alguno se le perdonase una deuda de millones y<br />

éste fuese incapaz de perdonar una de cientos? ¿Podría una persona ser liberada para luego<br />

encarcelar a otra?<br />

No es necesario que sea un teólogo para responder a esas preguntas; sólo basta mirar al<br />

espejo. ¿Quién de nosotros no ha suplicado a Dios el domingo pidiendo compasión para<br />

luego exigir justicia el lunes? ¿Quién no ha servido de traba en lugar de ser un conductor<br />

<strong>del</strong> amor de Dios? ¿Existe alguno que no haya en una ocasión u otra despreciado «las<br />

riquezas de su bondad, de su tolerancia y de su paciencia, sin dar[se] cuenta de que la<br />

bondad de Dios [le] lleva al arrepentimiento»? 4<br />

Note lo que hace Dios cuando calibramos nuestra compasión. Nos entrega para ser<br />

torturados. Torturados por la ira. Estrangulados por la amargura. Consumidos por la<br />

venganza.<br />

Tal es el castigo para el que gusta de la gracia de Dios pero se niega a darla a otros.<br />

Pero para el que gusta de la gracia de Dios y luego la da a otros, la recompensa es una<br />

bendita liberación. La puerta de la prisión se abre de par en par, y el prisionero que sale<br />

libre es usted.<br />

A principios de este libro mencioné a Daniel, un querido amigo de Brasil. (Daniel fue el<br />

que me llevó a la prisión para conocer a Aníbal.)<br />

Daniel es grande. Solía ganarse la vida levantando pesas y enseñando a otros cómo<br />

hacer lo mismo. Su álbum de recuerdos es colorido, contiene cintas y fotos de él en su<br />

mejor momento, en pose de hombre musculoso haciendo flexiones con sus brazos<br />

abultados.<br />

Lo único que es más grande que los bíceps de Daniel es su corazón. Permítame que le<br />

cuente acerca de una época en la que su corazón se volvió tierno.<br />

2 Mateo 18.21–35 .<br />

3 Mateo 18.34 .<br />

4 Romanos 2.4

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