Número 12 - CCH - Universidad Nacional Autónoma de México

A. Oralidad y gusto
ritmo / nueva época
El mejor vino es el más viejo, la mejor
agua es la más nueva.
William Blake
El placer es uno de los tópicos centrales
en el poema de Nájera, en ese menú de
bebidas que están listas para degustarse
con sólo evocar la cosecha y aquel ruidoso
descorche y, mientras el líquido toca la
lengua, las diferentes terminales nerviosas
mandan al cerebro sensaciones traducidas
al lenguaje eléctrico, creando gozo
y disfrute. El gusto, uno de los sentidos
que generan más placer, tiene que ver
directamente con la oralidad y lo bucal.
Nájera perpetúa en el poema su amor por
el vino, las uvas y los licores templados
de buena cuna.
“El aperitivo que tomaba en el bar
Nueva Orleáns eran siempre cognac y
brandy. A las cinco de la tarde; se reunía
con sus amigos en El Cazador, donde se
tomaba un fósforo, café con brandy, algo
así como el café diabolique”. 59 Gutiérrez
Nájera no necesitaba estimulantes para
mantener “la agitación febril” (como él la
llamó) de su vida y hacer posible su mirífica
producción, sin embargo, el buen
gusto y el saber vivir, impregnaron con
exquisitos sabores muchas de sus creaciones.
El vino es un símbolo ambivalente
como el dios Dioniso. 60 Por un lado, especialmente
el vino rojo significa la san-
imaginación y crítica
gre y el sacrificio. Por otro, simboliza la
juventud y la vida eterna, así como la embriaguez
sagrada –cantada por los poetas
griegos y persas– que permite al hombre
participar fugazmente del modo de ser
atribuido a los dioses. Para Jean Chevalier,
el vino por asociarse a la sangre tanto
en color como por su carácter de esencia
de la planta, es en consecuencia el elixir
de vida o de inmortalidad. 61 En el taoísmo,
la virtud del vino no se distingue del
poder de la embriaguez.
Las uvas, frecuentemente en forma
de racimos, simbolizan a la vez la fertilidad
(por su carácter frutal), Nájera bebe y
come, devora aquellas “húmedas fresas”,
un platillo erótico con propiedades vigorizantes
necesarias en el acto sexual. Efrén
Rebolledo en su poema Tristán e Isolda
también retoma el placer culinario de los
enamorados y los convierte en caníbales
que se comen a pedazos. “Y atormentados
de ansia abrasadora, beben y beben
con goloso labio sin aplacar la sed que los
devora.” 62
59Margarita Gutiérrez Nájera, op. cit., p. 161.
60Juan Eduardo Cirlot. Diccionario de símbolos.
Madrid: Siruela, 1997, p. 467.
61Jean Chevalier. Diccionario de símbolos. Barcelona:
Herder, 1999, p. 1107.
62José Emilio Pacheco, op. cit., p. 299.
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