Número 12 - CCH - Universidad Nacional Autónoma de México

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B. Oralidad en la poesía
Sacerdote de la eterna imaginación, capaz de
transmutar el pan cotidiano de la experiencia
en materia radiante de vida imperecedera.
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James Joyce
El poeta siente placer al pronunciar su
poema, al hacer versos, quizás por la conexión
con el niño que se divierte en sus
primeros recuerdos. “La obra del poeta se
deriva en último término de la hipótesis de
que la poesía, como el sueño diurno, es la
continuación y el sustitutivo de los juegos
infantiles.” 63 Un poderoso suceso actual
despierta en el poeta el recuerdo de un
suceso anterior, perteneciente casi siempre
a su infancia, y de éste parte entonces
el deseo, que encuentra satisfacción en la
obra poética, la cual del mismo modo deja
ver elementos de la ocasión reciente y del
antiguo recuerdo.
La oralidad inunda al poeta de satisfactores
como lo afirma el mismo Freud: “El
poeta mitiga el carácter egoísta del sueño
por medio de modificaciones y ocultaciones
y nos soborna con el placer puramente
formal, o sea estético, que nos ofrece la
exposición de sus fantasías. A tal placer,
que nos es ofrecido para facilitar con él la
génesis de un placer mayor, procedente
de fuentes psíquicas más hondas, lo designamos
con los nombres de prima de
atracción o placer preliminar, y el verdadero
goce de la obra poética procede de
la descarga de tensiones dadas en nuestra
alma.” 64 Freud explica, por un lado, la ne-
63Sigmund Freud, op., cit., p. 7.
64Ibid., p. 8.
cesidad del poeta de comunicarse con el
mundo, de reformularse con la palabra,
de recitar y crear mundos posibles; y por
el otro lado, la necesidad del lector de habitar
en ellos.
C. Oralidad y perversión
La comunión se compara a veces con un festín
entre dos amantes en el que el vino corre en
abundancia. Ebriedad divina, éxtasis erótico.
Octavio Paz
Nájera, con Para un menú, crea un nuevo
paradigma, “moderno” dentro de la poesía
mexicana del siglo XIX, los vinos y las
mujeres se toman y se acaban, las copas y
las mujeres se vacían y pareciera que este
paradigma denigra al amor, a la mujer. El
que se enamora de una mujer pierde. Y
en aquél siglo, en un contexto machista
y cristiano, esta aseveración rompía con
todo supuesto de que el arte no incluye
cosas desagradables y perversas.
La perversión para Plon y Roudinesco
65 es un término derivado del latín
pervertere (dar vuelta), empleado en
psiquiatría y por los fundadores de la
sexología para designar, a veces de manera
peyorativa, y otras valorizándolas,
las prácticas sexuales consideradas desviaciones
respecto de una norma social
y sexual. Freud distingue dos tipos de
perversiones: las perversiones de objeto
y las perversiones de fin. En las perversiones
de objeto, caracterizadas por una
fijación en un sólo objeto en detrimento
65 Michel Plon y Elizabeth Roudinesco. Diccionario
de Psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós, 1988,
pp. 809-811.
ritmo / nueva época
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