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maquetacion diciembre 2007 - Diverdi

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34 diverdi siglos XIX & XX<br />

Avalancha Raff: aquí hay tomate<br />

El sello suizo TUDOR rinde un generoso y necesario tributo a su gran compositor decimonónico<br />

El año 1887, en la tercera edición de la Führer durch<br />

den Concertsaal (Guía de conciertos) de Hermann<br />

Kretzschmar –una de las obras de referencia para<br />

los melómanos de la época–, podía leerse que “Joachim<br />

Raff es quien, tras Berlioz y Liszt, ha sabido<br />

trasladar mejor la bandera de la música<br />

programática al terreno de la gran sinfonía”.<br />

Paradigma del músico agasajado en vida como<br />

un auténtico clásico y arrojado a las tinieblas del<br />

olvido poco después de su relativamente temprana<br />

muerte, Raff nació en 1822 en Lachen am Obersee,<br />

al borde del lago de Zúrich, hijo de madre<br />

suiza y padre alemán emigrado a tierras helvéticas.<br />

Muy dotado para la música, el joven Joseph Joachim<br />

estudió con su padre, modesto profesor de órgano,<br />

acabando su formación a los 18 años con los<br />

jesuitas de Schwyz. Inmediatamente Raff consigue<br />

una plaza de maestro de escuela en Rapperswil, en<br />

el cantón de Saint-Gall, en donde aprovecha sus ratos<br />

libres para tocar el piano y componer.<br />

En 1843 publica su Opus 1, una Serenata pianística<br />

que constituirá el inicio de un gigantesco legado<br />

para tecla cuyas obras inmediatas (los Opus 2 a<br />

6) serán editadas gracias a la entusiasta recomendación<br />

de Felix Mendelssohn –al que Raff envía sus<br />

manuscritos– en la prestigiosa editorial Breitkopf<br />

& Härtel de Leipzig. “Estoy seguro que si la portada<br />

de estas páginas llevara un nombre célebre –escribe<br />

Mendelssohn al editor– las venderíais muy<br />

bien. […] Están escritas de principio a fin con elegancia,<br />

sin tacha y al más moderno estilo”. Una excelente<br />

crítica de Robert Schumann aparecida en la<br />

Neue Zeitschrift für Musik augura un brillante porvenir<br />

al joven maestro que, con gran consternación<br />

por parte de su familia, abandona la enseñanza para<br />

consagrarse a la composición.<br />

La pobreza acompaña a Raff en su nueva residencia<br />

zuriquesa donde ha de ganarse la vida<br />

como copista y profesor de piano. La repentina<br />

muerte de Mendelssohn, con quien pensaba estudiar<br />

en Leipzig, trunca las esperanzas del incipiente<br />

compositor, que se traslada a Basilea –el 19 de<br />

junio de 1845 a pie y bajo la lluvia, tal es su pobreza–<br />

para conocer al representante de la otra gran<br />

corriente musical alemana: Franz Liszt. El encuen-<br />

tro con el genial pianista y compositor será trascendental<br />

para el desarrollo de la obra de Raff. El<br />

músico húngaro, al que Raff acompaña en una de<br />

sus numerosas giras de conciertos, encuentra para<br />

éste un empleo en un establecimiento musical de<br />

Colonia y, más tarde, otro en Hamburgo en la editorial<br />

Schuberth.<br />

Allí, y también en Stuttgart, Raff se dedica a<br />

labores de transcripción y orquestación, adquiere<br />

esa “mano” que le será tan indispensable cuando<br />

acometa su propio e ingente catálogo orquestal.<br />

En el otoño de 1849, invitado por la generosidad<br />

de Liszt, acude a Weimar; se inicia de esta forma<br />

una colaboración que le mantendrá al lado del autor<br />

de la Sinfonía Fausto hasta 1856. Seis años de<br />

estrecha colaboración durante los cuales trabaja<br />

para Liszt como secretario personal: escribe al dictado,<br />

ordena sus múltiples manuscritos, realiza<br />

copias… incluso colabora con Franz Doppler en<br />

la orquestación de algunos de sus poemas sinfónicos<br />

(como Prometeo, Mazeppa o Heroida fúnebre,<br />

que el músico húngaro retocará más tarde) además<br />

de estudiar, organizar conciertos, publicar y comenzar<br />

su propio catálogo.<br />

Pero agobiado, anulado incluso por la aplastante<br />

personalidad de su mentor, deseoso de volar con<br />

sus propias alas y no queriendo ocupar por más<br />

tiempo “un empleo de subalterno y jugar un rol secundario”,<br />

Raff abandona Weimar en 1856 para<br />

acompañar a su futura esposa, la actriz Doris Genast,<br />

con quien se instala en Wiesbaden. Serán esos<br />

los años más fecundos en la fecundísima carrera de<br />

Raff; años de enorme productividad y de una reputación<br />

que, como compositor y pedagogo, no para<br />

de crecer hasta que, en 1877, es nombrado primer<br />

director del recién fundado Conservatorio Hoch<br />

de Fráncfort, que cuenta con Clara Schumann y Julius<br />

Stockhausen –tan ligados ambos a la carrera<br />

de Brahms– como profesores y al norteamericano<br />

Edward MacDowell como uno de sus más distinguidos<br />

alumnos de composición.<br />

Al término de su vida en el año 1882, Raff había<br />

conseguido poner en pie un imponente legado<br />

constituido por 216 obras numeradas, más de<br />

70 sin numeración y 48 transcripciones en las que<br />

los más importantes géneros están representados.<br />

Desde el punto de vista estilístico, Raff se sitúa a<br />

mitad de camino entre el sinfonismo “puro” heredado<br />

de Mendelssohn y Schumann, dos de sus<br />

dioses tutelares, y el gusto por la música de programa<br />

característica de la “Neudeutsche Schule”<br />

representada por la estética de Wagner y Liszt. La<br />

maestría formal, la imaginación melódica y una<br />

hábil instrumentación siempre colorista y bien definida<br />

caracterizan la obra de este músico sensible<br />

y disciplinado al que Tudor, el sello suizo, dedica<br />

esta atractiva edición que ahora se presenta en<br />

nuestro mercado.<br />

En estos (hasta el momento) 18 volúmenes<br />

se incluye la práctica totalidad de su obra orquestal<br />

(las 11 sinfonías, suites, oberturas, transcripciones,<br />

los conciertos para piano, violín y<br />

Jean Marie Viardot<br />

“Raff es el paradigma del<br />

músico agasajado en vida<br />

como un auténtico clásico<br />

y arrojado a las tinieblas<br />

del olvido poco después<br />

de su relativamente<br />

temprana muerte.”<br />

violonchelo y otras páginas concertantes) y una<br />

antología muy representativa de su obra de cámara<br />

(las 5 sonatas y 10 sonatillas para violín y piano<br />

y otras piezas breves junto con 4 de sus 8 cuartetos<br />

de cuerda).<br />

A lo largo de estas más de 20 horas de música<br />

se suceden las sorpresas. En su legado sinfónico<br />

–que vino a ocupar un espacio casi vacío entre<br />

el último Mendelssohn y el advenimiento de<br />

Brahms– Raff prefiere el descriptivismo de la estética<br />

programática si bien sometido a los moldes<br />

formales tradicionales. Así, los ecos de Liszt resuenan<br />

en el Larghetto final de la Sinfonía nº 1 “A la patria”;<br />

las atmósferas feéricas mendelssohnianas se<br />

transparentan en la Danza de las dríadas de la Tercera<br />

“En el bosque” y la luminosidad mediterránea<br />

del autor de la Italiana en la Tarantella que cierra<br />

la Suite “Italiana”; las reminiscencias de Chaikovski<br />

–que lo tuvo en gran estima– en la coreográfica<br />

Abschied de la Séptima “En los Alpes”, Der erste Schnee<br />

de la Undécima “El invierno” o la Reigen der<br />

Gnomen und Sylphen de la Suite “En Turingia”. Pero<br />

el lenguaje de Raff, pese a su eclecticismo, se impone<br />

con personalidad en la contemplativa poesía<br />

que inunda la Barcarola de la Suite “Italiana”, la<br />

imaginería cinegética que atraviesa Die Jagd der<br />

Menschen en la Décima “En otoño”, la atmósfera caballeresca<br />

de la shakespearianas Oberturas “La<br />

tempestad” y “Macbeth”, la nobleza otoñal de la<br />

Abends Rhapsodie o el elaborado discurso que ver-<br />

Joachim Raff

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