Monedas regionales - Kennedy Bibliothek
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BERNARD LlETAER V MARGRIT KENNEDY<br />
l : >,•: CI.OIIAI.I/ACIúM •!•••, !.; :••:!.:(•'.•. I.A IIIVI KSIDAD<br />
"La modernidad, en el fondo, no ha sido sino el triunfo de un puñado<br />
de ideas estrechamente interrelacionadas. Su modelo era la ciencia, su<br />
discurso se basaba en la razón, liberada de la carga de la tradición. La<br />
división del trabajo y la apertura de mercados aseguraban la riqueza. La<br />
industrialización y la tecnología dominaban la naturaleza. Un estricto<br />
cálculo de costes y beneficios anticiparía nuestra felicidad. El mundo se<br />
convertiría en una inmensa máquina de satisfacción de necesidades, propiciando<br />
el progreso. Este progreso se ha convertido en la medida de todas<br />
las cosas. Este mito perdura en el pensamiento de una gran variedad de<br />
fundamentalistas del mercado y de sus discípulos, cuyo credo reside en la<br />
mayor desregulación posible de la actividad humana, propiciando lo que<br />
Leibniz denominaba como paraíso. Voltaire lo describió como el mejor<br />
de los mundos posibles...<br />
"Mi modelo es diferente, al igual que mi lenguaje. El mundo no es<br />
una máquina. Se trata de un ecosistema complejo en el que la diversidad<br />
biológica, personal, cultural y religiosa es indispensable para la vida. Toda<br />
infracción contra esta diversidad, como la que preconizan los fundamentalistas<br />
del mercado, de la ciencia o de la religión, constituirá un perjuicio<br />
irreparable para la riqueza de nuestra vida colectiva, y reducirá las posibilidades<br />
con las que contamos para que este mundo no desemboque en<br />
una catástrofe.<br />
"Al igual que la naturaleza, los sistemas económicos, políticos y sociales<br />
creados por los hombres, son de una gran complejidad. Tienen la tendencia<br />
a autorregenerarse y son imprevisibles. Todo intento de reducirlos a una<br />
uniformidad artificial, en nombre de exigencias religiosas o económicas,<br />
refleja una trágica ignorancia de lo que constituye la base de la riqueza<br />
de estos sistemas. Porque somos todos diferentes, cada uno de nosotros<br />
tiene algo que aportar, y todo cuenta en nuestros sistemas económicos,<br />
políticos y sociales. Sólo nuestros instintos más primarios nos llevan a ver la<br />
diversidad como una amenaza. En una época como la nuestra, en la que los<br />
destinos de los hombres están estrechamente relacionados, estos instintos<br />
son inútiles. Si tales diferencias conducen a la guerra, sería la derrota de<br />
todos los beligerantes. Si, por el contrario, contribuyen al enriquecimiento<br />
mutuo, todos ganaremos con ellas 7 ".<br />
Sacks (J.), La dignité de la dijférence: comment éviter le clash des ávilisations, Pafis, Bayard,<br />
2004.