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disciplinamiento ejercido sobre los sujetos<br />

“emancipables” sobre cómo, cuándo y de qué<br />

manera hacer correcto uso de la razón y su<br />

capacidad crítica.<br />

En los estados modernos, la instrucción<br />

formal organizada centralmente por una clase<br />

dirigente persigue a través de este<br />

disciplinamiento diferentes propósitos, uno de<br />

los cuales apunta a conseguir un determinado<br />

tipo de socialización para los nuevos miembros<br />

que se incorporan –naturales, inmigrantes- a<br />

través de la transmisión de valores culturales en<br />

forma de tradiciones, usos, costumbres,<br />

principios éticos y saberes producidos,<br />

decantados y acumulados en el seno del<br />

colectivo. Proceso que complementará, se<br />

superpondrá o incluso buscará anular los<br />

procesos de socialización que el individuo ha<br />

venido recibiendo en su medio cultural<br />

específico desde el momento mismo de su<br />

concepción<br />

La educación así entendida es deudora<br />

de la Ilustración y es uno de los operadores del<br />

paso a la Modernidad, puesto que la<br />

construcción de un tipo peculiar de ciudadanía<br />

se da en un nuevo contexto que tiende a<br />

sustituir las formas patriarcales y más o menos<br />

proteccionistas respecto a la servidumbre, por<br />

el “hombre libre”, presuntamente igual a<br />

cualquier otro, que habrá de concurrir al<br />

mercado a vender su fuerza de trabajo al mejor<br />

postor y al precio que el mercado ofrezca para<br />

esa habilidad o “saber hacer” en particular.<br />

Cualquier formación social humana lo<br />

suficientemente compleja como para requerir<br />

de la división del trabajo necesita miembros<br />

con habilidades específicas para su<br />

mantenimiento que, a la vez, sepan generar<br />

relevos a efectos de asegurar su reproducción<br />

(por ej. la transmisión del oficio –saber hacerdel<br />

maestro al aprendiz en los viejos gremios de<br />

cuño medieval) o, posteriormente, la<br />

generación de instituciones especializadas que<br />

apunten a una escolarización masiva. He aquí,<br />

entonces, otra de las funciones claves –y<br />

simultánea a la de construcción de ciudadaníaque<br />

desarrolla la instrucción en una comunidad<br />

compleja: introducir al aprendiz en el manejo<br />

idóneo de aquellas habilidades convenientes a<br />

la buena marcha de (lo que algunos entienden<br />

debe ser) el complejo social, lo que incluye,<br />

claro está, la propia sistematización de su<br />

reproducción; lo cual, a su vez, augura para el<br />

“capacitado” una futura inserción laboral. Clausura<br />

del círculo. Todo lo que se considere sobrante,<br />

superfluo y ni que hablar dañino o subversivo, será<br />

desestimulado o severamente sancionado.<br />

Ahora bien, de lo expuesto<br />

anteriormente parece inferirse que, desde esta<br />

perspectiva (en extremo simplificada a los<br />

efectos de su exposición) la educación tiene por<br />

objeto principal la simple reproducción al<br />

futuro de las condiciones presentes o la<br />

generación de las condiciones de posibilidad de<br />

un proyecto. “Atontar” o, mejor, recortar de<br />

algún modo la capacidad reflexiva de los<br />

nuevos miembros que se instituye como<br />

discípulos a efectos de generar seres<br />

funcionales a determinadas estrategias y<br />

proyectos políticos. La educación así entendida<br />

operará, entonces, como simple correa de<br />

trasmisión de ideas, principios o doctrinas<br />

preconcebidas que propenderán o bien a<br />

reproducir el orden existente, o bien trabajarán<br />

para asegurar una homogenización en vista de<br />

un futuro proyectado.<br />

Precisamente el<br />

personaje que habré de<br />

analizar en lo sucesivo,<br />

Joseph Jacotot, un<br />

pedagogo<br />

verdaderamente peculiar<br />

que vivió a caballo entre<br />

los siglos XVIII y XIX,<br />

recreado para nosotros<br />

por Ranciere (Ranciere<br />

2003), reacciona<br />

fuertemente contra este<br />

modo de concebir la<br />

labor educativa porque entiende que los<br />

individuos así instruidos y modelados por una<br />

relación donde prevalece la imposición de una<br />

determinada doctrina o concepción del mundo,<br />

lejos de conseguir un sujeto autónomo que<br />

piense y se desenvuelva por sí mismo, lo<br />

transforma en un tonto vitalicio.<br />

Aparece entonces el par de conceptos<br />

antagónico: atontamiento, vía obliteración del<br />

intelecto; y emancipación, vía hágase de él un<br />

libre uso. Planteado el problema de esta manera<br />

parece no caber muchas dudas a la hora de<br />

tomar una elección, y la posibilidad de tomar de<br />

una buena vez la decisión correcta emerge<br />

como un horizonte por demás seductor. Sin<br />

embargo lo malo y lo bueno no suelen<br />

presentarse tan claramente delimitados. En<br />

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