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La razón de esta apertura siempre<br />

latente tal vez deba buscarse en la circunstancia<br />

de que la instrucción que se imparte a través de<br />

la acción educativa tradicional, no sólo impone<br />

una razón estructurante, sino que,<br />

paralelamente y en el mejor de los casos,<br />

intenta también un proceso de esclarecimiento<br />

del nudo de razones que confluyen en la<br />

constitución del hecho a explicar por parte de<br />

un docente a un alumno, sea éste el por qué de<br />

la transformación del líquido en vapor en<br />

determinadas condiciones, la derrota política y<br />

militar del artiguismo o la condena de Galileo<br />

por su vocación heliocentrista. La razón<br />

estructurante no deja de estar presente con su<br />

fuerza performativa, desde luego, y el docente<br />

hará uso de un saber que, a raíz de sus propias<br />

limitaciones y prejuicios, excluirá algunas<br />

causas y sobredimensionará otras. Se opera así<br />

la imposición, deliberada o inconscientemente,<br />

de una explicación que no incluye todas las<br />

variantes posibles. Pero simultáneamente se<br />

opera también la trasmisión –es requisito de la<br />

acción educativa desde el advenimiento de la<br />

Modernidad- de un modo de considerar aquello<br />

que se ha identificado como “los hechos” como<br />

única prueba válida, a partir de su vinculación<br />

causal, y de erigir en requisito la argumentación<br />

probatoria teniendo en cuenta lo experimental y<br />

públicamente constatable. Todo lo cual implica<br />

un uso de la “racionalidad instrumental”, que<br />

dota al educando de instrumentos idóneos para<br />

seguir generando sus propias explicaciones y,<br />

eventualmente, revisar el mensaje tal cual le fue<br />

trasmitido. Claro, el alumno debe desear<br />

efectuar esa revisión. Pero en la propuesta del<br />

Jacotot de Rancière debe mediar igualmente el<br />

deseo. ¿Será entonces la motivación del deseo<br />

de aprender la clave a partir de la cual se puede<br />

comprender e instrumentar un proceso<br />

educativo emancipador?<br />

Ahora bien, presumo que la anterior<br />

argumentación igualmente sería rechazada por<br />

el Jacotot de Rancière, puesto que es fácil<br />

objetarle que en última instancia se trata de una<br />

mera argucia para encubrir lo realmente<br />

decisivo: existe una subordinación de una<br />

inteligencia sobre otra, y cuando eso ocurre se<br />

obstruye o elimina el deseo y, por tanto, se<br />

invalida cualquier etapa sucesiva en un proceso<br />

educativo con vocación emancipatoria, por<br />

bienintencionada que éste sea. El Jacotot de<br />

Ranciére, en cambio, nos interpela y nos seduce<br />

con posibilidades más venturosas. ¿Cuáles?: a)<br />

Es posible eliminar la coerción, imposición y<br />

subordinación en la acción educativa. b) No<br />

obstante lo cual, se puede propender a una<br />

educación que, sin atontar a los individuos y<br />

justamente por ello, consigue estándares de<br />

aprendizaje similares o incluso mejores que los<br />

actuales. Con el añadido nada despreciable de<br />

que en lugar de tontos, los alumnos serán en<br />

adelante sujetos emancipados.<br />

¿Cómo se consigue esto?<br />

Aparentemente siguiendo el método que Jacotot<br />

empleó con sus estudiantes flamencos. Dice<br />

Rancière del mismo: “Hay que dar el principio<br />

de esta instrucción: hay que aprender alguna<br />

cosa y relacionar con ella todo el resto según<br />

este principio: todas las inteligencias son<br />

iguales.” (Rancière 2003:131). De acuerdo a<br />

esta instrucción, la consigna desataría un<br />

proceso de búsqueda libre, asociación de<br />

fenómenos –o lo que sea que se asocie- no<br />

impuesta sino pautada sólo por el interesado,<br />

apelando a lo conocido para desentrañar lo porconocer.<br />

La impresión resultante es que daría lo<br />

mismo empezar por cualquier cosa que sea<br />

previamente conocida: un libro de poesías o un<br />

manual donde se explique el juego de damas.<br />

Si embargo estimo que las cosas no<br />

funcionan de esta manera, y presumo, en<br />

cambio, por sobre cualquier otra consideración,<br />

que este conocimiento previo alude a aquel<br />

bagaje cultural que incorporamos desde el<br />

momento mismo de nuestra concepción, como<br />

lo son sin duda la lengua materna y las<br />

concepciones y creencias vigentes en torno al<br />

mundo, su estructura, nuestros orígenes y<br />

destino, las categorías mediante las cuales nos<br />

vinculamos con nuestro entorno, actuamos y<br />

valoramos y nos valoran en nuestra vida<br />

cotidiana y un largo etcétera que<br />

plausiblemente se inscriben en nosotros del<br />

modo en que Bourdieu lo señala cuando nos<br />

propone su concepto de habitus, que sin ser<br />

determinante es, a no dudarlo, estructurante.<br />

Este aspecto resulta clave –aunque poco<br />

atendido- por cuanto sólo una parte de lo que<br />

constituye el bagaje de creencias,<br />

incertidumbres, juicios y prejuicios de una<br />

persona proviene del ámbito de la educación<br />

formal e institucionalizada y, por tanto, quizá<br />

resulte poco conveniente poner allí todo el énfasis.<br />

Ahora bien, la conjetura que sostiene<br />

que todas las inteligencias son iguales no es<br />

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