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advierte contra una manera probablemente<br />
desviada, y por tanto corregible, de entender la<br />
educación como pura imposición mecánica del<br />
saber desde la soberbia del que sabe frente a la<br />
ignorancia del desvalido, sino que insiste –y<br />
esto es a mi juicio lo verdaderamente<br />
interesante- que “existe atontamiento allí donde<br />
una inteligencia está subordinada a otra<br />
inteligencia” (Rancière 2003:22) Y en la<br />
relación educativa tal y cual la conocemos y<br />
practicamos, sin duda siempre hay una<br />
inteligencia que se subordina a otra por un<br />
sinfín de motivos –no sólo por asimetría de<br />
saberes. Y esto, que quede claro para aquilatar<br />
la radicalidad del planteo del Jacotot de<br />
Rancière, no se enmienda con docentes menos<br />
soberbios y más dispuestos a valorar al<br />
prójimo. Esto es: la instrucción tradicional, más<br />
allá del carisma o la dedicación del docente a su<br />
tarea, lo cual genera evidentes diferencias<br />
vinculares, no tiene modo ni medio de eliminar<br />
esta relación de subordinación sin<br />
autodescalificarse, puesto que su propia<br />
estructura operativa descansa sobre ese<br />
fundamento. El Jacotot de Rancière<br />
comprendió perfectamente que ése era el límite<br />
infranqueable del modo tradicional de instruir.<br />
En efecto, la instrucción tradicional<br />
supone siempre la prevalencia de un punto de<br />
vista (el del maestro), de una razón y una<br />
inteligencia ya estructurada en logros<br />
particulares de saber, producto de un complejo<br />
proceso de construcción que congrega a<br />
comunidades enteras, de trabajadores,<br />
empresarios, estadistas, científicos, técnicos,<br />
ideólogos, mesías, con sus anhelos, prejuicios,<br />
etc. Este producto, al momento de ser<br />
trasmitido, pasa inmediatamente a convertirse<br />
en un instrumento estructurante de nuestro<br />
entendimiento y nuestra percepción del mundo.<br />
Tal es así que la mayoría de nosotros no duda<br />
de que la Tierra esté girando en torno al Sol<br />
(por lo menos después de haber pasado por el<br />
debido proceso de instrucción), pese a que<br />
nuestros sentidos sigan empeñándose desde<br />
hace ya unos cientos de miles de años en<br />
informarnos de lo contrario. 32<br />
32 Éste sería un buen caso para poner a prueba la<br />
propuesta de Jacotot: niños que sólo procedan a partir de<br />
la aspiración jacototiana y echen mano, de la manera que<br />
puedan, de cuanto instrumento puedan disponer para<br />
informarse sobre las características del Universo. ¿Qué<br />
pasará? ¿Llegarán estos niños animados por su voluntad<br />
Ahora bien, un vistazo a nuestro pasado<br />
y a la propia historia nos informa que esta<br />
instrucción subordinadora no comporta<br />
necesariamente una imposición tan radical que<br />
haga imposible que a partir de la valoración<br />
crítica del saber recibido y/o impuesto pueda el<br />
discípulo llegar incluso a desafiarla y ponerla<br />
en tela de juicio. La cuestión es qué tan<br />
estructurante puede llegar a ser esa imposición:<br />
a) radical: a partir de la relación de<br />
subordinación se modela al educando a imagen<br />
y semejanza, b) variable: siempre quedan<br />
resquicios o resistencias que ejerce el propio<br />
educando al punto que la clausura nunca es tal<br />
y la estructuración pretendida tiene un límite<br />
real cuando se enfrenta a otro individuo que,<br />
aunque en relación de dependencia, atina a<br />
ejercer cierta autodeterminación.<br />
Me inclino por considerar la opción b<br />
(aunque desarrollar el cómo y el por qué<br />
excederían los propósitos del presente trabajo)<br />
por cuanto es posible constatar que la<br />
imposición de una razón estructurante como<br />
resultado de una subordinación en el proceso<br />
educativo no clausura al sujeto a tal punto que<br />
quede incapacitado para una, cuando menos<br />
mínima, insubordinación o respuesta crítica.<br />
Respuesta que se manifestará de las maneras<br />
más inesperadas y seguirá varios derroteros,<br />
entre ellos la eventual ruptura de la propia<br />
relación de subordinación y aceptación<br />
incondicional. 33 De hecho, si no se considera<br />
esta argumentación como válida, debería<br />
proponerse otra que explique las dinámicas de<br />
transformación y cambio en el seno de los<br />
colectivos, y para no ir más lejos, tomar como<br />
ejemplo al propio Jacotot, que siendo genuino<br />
producto de una educación que él considera<br />
atontadora, se “sale de libreto” tan<br />
espectacularmente y, lo que es más llamativo<br />
aún, “desatontándose” bruscamente propone un<br />
nuevo libreto que aborrece del anterior. ¿Cómo<br />
alguien “atontado” por el peso de una tradición<br />
trasmitida, a menos que posea alguna cualidad<br />
muy especial, puede hacer esto?<br />
de saber a la concepción que construyeron Aristarco,<br />
Copérnico, Galileo, Kepler y Newton? ¿Podrán hacerlo a<br />
partir de la sola lectura del propio Telémaco –o similaresque<br />
Jacotot distribuyó entre sus alumnos flamencos?<br />
33 La ruptura que efectúan los científicos y filósofos de<br />
los siglos XVI y XVII respecto al saber precedente, que<br />
por cierto se enmarca en un proceso de rupturas y<br />
transformaciones mucho más amplio, es un ejemplo<br />
ilustrativo de ello.<br />
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