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Marquez Del Amor.pdf - Serwis Informacyjny WSJO

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Sierva María las razones de su encierro, ella pudo decirle apenas lo que sabía por su<br />

exorcista:<br />

«Tengo adentro un diablo».<br />

Martina la dejó en paz, pensando que mentía, o que le habían mentido, sin saber que<br />

ella era una de las pocas blancas a quienes les había dicho la verdad. Le hizo una<br />

demostración del arte de bordar, y la niña le pidió que la soltara para tratar de<br />

hacerla igual. Martina le mostró las tijeras que llevaba en el bolsillo de la bata con<br />

otros útiles de costura.<br />

«Lo que quieres es que te suelte», le dijo.<br />

«Pero te advierto que si tratas de hacerme mal tengo cómo matarte» .<br />

Sierva María no puso en duda su determinación.<br />

Se hizo soltar, y repitió la lección con la facilidad y el buen oído con que aprendió a<br />

tocar la tiorba. Antes de retirarse, Martina le prometió conseguir el permiso para ver<br />

juntas, el lunes próximo, el eclipse total de sol.<br />

Al amanecer del viernes, las golondrinas se despidieron con una amplia vuelta en el<br />

cielo, y rociaron calles y tejados con una nevada de añil nauseabundo. Fue dificil<br />

comer y dormir mientras los soles del mediodía no secaron el fiemo empedernido y<br />

las brisas de la noche depuraron el aire.<br />

-Pero el terror prevaleció. Nunca se había visto que las golondrinas cagaran en pleno<br />

vuelo ni que la hedentina de su estiércol estorbara para vivir.<br />

En el convento, desde luego, nadie dudó de que Sierva María tuviera poderes<br />

bastantes para alterar las leyes de las migraciones. <strong>Del</strong>aura lo sintió hasta en la<br />

dureza del aire, el domingo después de la misa, mientras atravesaba el jardín con<br />

una canastilla de dulces de los portales. Sierva María, ajena a todo, llevaba todavía el<br />

rosario colgado del cuerpo, pero no le contestó el saludo ni se dignó mirarlo. Él se<br />

sentó a su lado, masticó con deleite una almojábana de la canastilla, y dijo con la boca<br />

llena:<br />

«Sabe a gloria».<br />

Acercó a la boca de Sierva María la otra mitad de la almojábana. Ella la esquivó, pero<br />

no se volvió hacia la pared, como las otras veces, sino que le indicó a <strong>Del</strong>aura que la<br />

guardiana los espiaba.<br />

Él hizo un gesto enérgico con la mano hacia la puerta.<br />

«Quítese de ahí», ordenó.<br />

Cuando la guardiana se apartó, la niña quiso saciar sus hambres atrasadas con la<br />

media almojabana, pero escupió el bocado. «Sabe a mierda de golondrina», dijo. Sin<br />

embargo, su humor cambió.<br />

Facilitó la curación de las peladuras que le escocían la espalda, y le prestó atención a<br />

<strong>Del</strong>aura por primera vez cuando descubrió que tenía la mano vendada. Con una<br />

inocencia que no podía ser fingida le preguntó qué le había pasado.<br />

«Me mordió una perrita rabiosa con una cola de más de un metro», dijo <strong>Del</strong>aura.<br />

Sierva María quiso ver la herida. <strong>Del</strong>aura se quitó la venda, y ella tocó apenas con el<br />

índice el halo solferino de la inflamación, como si fuera una brasa, y rió por primera<br />

vez.<br />

«Soy más mala que la peste», dijo.<br />

<strong>Del</strong>aura no le contestó con los Evangelios sino con Garcilaso:<br />

“Bien puedes hacer esto con quien pueda sufrirlo”<br />

52 Gabriel García Márquez<br />

<strong>Del</strong> amor y otros demonios

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