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Marquez Del Amor.pdf - Serwis Informacyjny WSJO

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entrada del albañal para evitar cualquier sospecha. Los investigadores de la fuga lo<br />

encontraron abierto, lo exploraron, descubrieron la verdad, y lo tapiaron de<br />

inmediato por sus dos extremos. Sierva María fue mudada a la fuerza a una celda<br />

con candado en el pabellón de las enterradas vivas. Esa noche, bajo una luna<br />

espléndida, Cayetano se rompió los puños tratando de derribar la tapia del túnel.<br />

Arrebatado por una fuerza demente corrió en busca del marqués. Empujó el portón<br />

sin tocar y entró en la casa desierta, cuya luz de dentro era la misma de la calle,<br />

porque los muros de cal parecían transparentes por la claridad de la luna. La<br />

limpieza, el orden de los muebles, las flores de los canteros, todo era perfecto en la<br />

casa abandonada. El quejido de los goznes había alborotado a los mastines, pero<br />

Dulce Olivia los calló en seco con una orden marcial. Cayetano la vio en las sombras<br />

verdes del patio, hermosa y fosforescente. con la túnica de marquesa y el cabello<br />

adornado de camelias vivas de olores frenéticos y alzó la mano con la cruz del índice<br />

y el pulgar.<br />

«En el nombre de Dios: ¿quién eres», preguntó.<br />

«Un ánima en pena», dijo ella. «¿Y usted»<br />

«Soy Cayetano <strong>Del</strong>aura», dijo él, «y vengo a rogarle de rodillas al señor marqués que<br />

me escuche un instante».<br />

Los ojos de Dulce Olivia centellearon de furia.<br />

«El señor marqués no tiene nada que escuchar de un rufián», dijo.<br />

«¿ y quién es usted para decirlo con tal dominio»<br />

«Soy la reina de esta casa», dijo.<br />

«Por el amor de Dios», dijo <strong>Del</strong>aura. «Avísele al marqués que vengo a hablarle de su<br />

hija».Y sin más vueltas, con la mano en el pecho, dijo:<br />

«Muero de amor por ella».<br />

«Una palabra más y suelto los perros», dijo<br />

Dulce Olivia indignada, y señaló hacia la puerta:<br />

«Fuera de aquí».<br />

Era tanta la fuerza de su autoridad, que Cayetano salió de la casa caminando hacia<br />

atrás para no perderla de vista.<br />

El martes, cuando Abrenuncio entró en su cubículo del hospital encontró a <strong>Del</strong>aura<br />

destruido por las vigilias mortales. Le contó todo, desde los motivos reales de su<br />

castigo hasta las noches de amor en la celda. Abrenuncio se quedó perplejo.<br />

«Me hubiera imaginado cualquier cosa de usted, menos estos extremos de demencia»<br />

.<br />

Cayetano, sorprendido a su vez, le preguntó:<br />

«¿Nunca ha pasado por esto»<br />

«Nunca, hijo mío», dijo Abrehuncio. «El sexo es un talento y yo no lo tengo».<br />

Trató de disuadirlo. Le dijo que el amor era un sentimiento contra natura, que<br />

condenaba a dos desconocidos a una dependencia mezquina e insalubre, tanto más<br />

efímera cuanto más intensa. Pero Cayetano no lo oyó. Su obsesión era huir lo más<br />

lejos posible de la opresión del mundo cristiano.<br />

«Sólo el marqués puede ayudarnos con la ley»,<br />

dijo. «He querido suplicárselo de rodillas pero no lo encontré en casa» «No lo<br />

encontrará nunca», dijo Abrenuncio. «Las voces que le llegaron es que usted trató de<br />

Gabriel García Márquez 83<br />

<strong>Del</strong> amor y otros demonios

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