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Descargar - Viento Sur

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también el idioma de elección de la unidad política en la que se vive. Para alcanzar<br />

esta plena ciudadanía, uno debe asimilarse en la alta cultura dominante, o cambiar<br />

las fronteras políticas para asegurarse que la propia cultura se convierte en la definitoria<br />

en la nueva unidad emergente.<br />

Los europeos de los siglos XIX y XX han adoptado ambas estrategias, algunas<br />

veces sucesivamente. Hay que señalar que la sociedad industrial es la primera sociedad<br />

en la que una cultura contextualmente libre, formalizada, codificada y transmitida<br />

a través de la educación cesa de ser el logro y el privilegio de una minoría de<br />

escribas, y se convierte en el estilo generalizado de una sociedad entera. Las unidades<br />

políticas dejan de ser "los protectores de la fe" y se convierten en "los protectores de<br />

la cultura". Ello, y no un atavismo o la astucia de ideologías o gobernantes, es el<br />

secreto de la nueva fuerza del nacionalismo. Los asuntos de la "alta cultura", son<br />

asuntos que importan a todo el mundo. La ciudadanía auténtica no depende ya del<br />

acceso a los ritos cívicos o de las otras subunidades, sino del manejo de una alta (es<br />

decir, codificada, escrita y transmitida por educación formal) cultura definida<br />

étnicamente. Y a la aceptación por esa cultura, en términos de sus estereotipos impuestos,<br />

siendo lo que se debe ser en tanto que miembro de ella.<br />

3 a etapa: una victoria pírrica<br />

En 1918, el nacionalismo había triunfado. Los tres imperios religiosos que se habían<br />

dividido Europa de Este en 1815 yacían en el polvo. Uno de ellos, el zarista, hay que<br />

reconocer que se recuperó poco después bajo una nueva gestión política e ideológica,<br />

pero dejemos por el momento de lado esta línea de desarrollo atípica. En el territorio<br />

de los otros dos imperios coetáneos, el nacionalismo triunfó, aunque fue una victoria<br />

pírrica. Las nuevas unidades invocaron como su principio legitimador la nación, pero<br />

pronto se vieron tan amenazadas por la diversidad étnica y por los consiguientes<br />

conflictos como lo habían estado sus predecesores imperiales. La complejidad del<br />

mapa étnico así lo aseguraba. En algunos casos, la situación de los Estados sucesorios<br />

era aún peor: eran más pequeños y por lo tanto más débiles, y sus minorías incluían a<br />

muchos miembros de los grupos culturales antes dominantes, la gente que hablaba la<br />

lengua, y compartía mas o menos la cultura, de los antiguos centros imperiales. Estos,<br />

pese a su nueva posición de inferioridad, pudieron contar con el apoyo de sus<br />

hermanos de cultura o lengua de más allá de la frontera.<br />

Esta combinación de debilidad, fragmentación y tensión étnica probó su eficacia.<br />

Cayeron como bolos ante Hitler. Algunos resistieron, otros resistieron a medias y<br />

otros finalmente, no resistieron en absoluto. Esto sólo produjo pequeñas diferencias<br />

en la velocidad con que les llegó la subyugación.<br />

4 a etapa: una homogeneización brutal<br />

Durante los años cuarenta, la complejidad étnica de Europa del Este se vio en gran<br />

medida simplificada en muchos lugares, primero gracias a Hitler y más tarde a Stalin.<br />

Los métodos de asimilación pacífica habían contribuido algo en el pasado a la<br />

56 VIENTO SUR Número 3/JunioJ992

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