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caso de manera relativa como luego indicaré, todo lo demás no goza ni de la claridad<br />
ni de la contundencia de antaño. Además, ha disminuido la tensión y el interés en la<br />
defensa de la frontera interior. La distinción del buen o mal vasco según los atributos<br />
codificados de la vasquidad ya no tiene el peso de otros momentos. Y es difícil que lo<br />
vuelva a tener en las circunstancias actuales: sin el temor a que afluyan de nuevo<br />
masas de inmigrantes, porque la economía no lo permite, y con una hegemonía política<br />
y social nacionalista.<br />
Si se observa, por otra parte, la evolución de las actitudes de la población, es decir,<br />
cómo percibe el código de identidad y cuáles son sus reacciones en la actualidad,<br />
sobresale por encima de todo la persistencia del conflicto de identidad. Una parte de<br />
la población se resiste a admitir los elementos centrales de la identidad nacional válida<br />
definida por el mundo abertzale.<br />
El conflicto atañe, primero, al sentimiento de pertenencia. Las encuestas reflejan,<br />
excepto en Navarra, una vasquización generalizada de la población, con una tendencia<br />
aún más acusada en la juventud, como anunciaban los sociólogos hace una década;<br />
confirman asimismo que el sentimiento exclusivo de español es muy inferior al<br />
número de los no nativos, va en retroceso y ya es meramente residual. Pero junto a<br />
ello muestran una zona central estabilizada (quienes se sienten tan vascos como españoles)<br />
que no disminuye significativamente en la juventud y ronda entre el 25% y el<br />
30%. Ese porcentaje, al que habría que sumar otros dos item que tampoco rechazan<br />
algún componente de españolidad (quienes se sienten más vascos que españoles y<br />
viceversa), sigue señalando el límite de un código de identidad que exige la exclusividad<br />
del sentimiento vasco.<br />
En segundo lugar afecta a la definición de la vasquidad, esto es, a las condiciones<br />
exigidas para considerarse vasco. Hay una notable disparidad de opiniones así como<br />
un deslizamiento de valores. Las encuestas manifiestan una tendencia a primar los<br />
elementos subjetivos de autoadscripción (sobre todo la voluntad de ser o de pertenencia,<br />
que aparece insistentemente en primer lugar), seguidos de los más neutros<br />
(como el nacimiento o el vivir y trabajar), mientras que los valores étnicos primordiales<br />
en el código de identidad (como la lengua) quedan detrás.<br />
Algunos sociólogos deducen de estos datos un predominio de los valores más inclusivos<br />
o conciliadores y de un menor grado de definición. No obstante, hay una cierta<br />
escisión social en la interpretación de la vasquidad. Mientras que esa tendencia es<br />
clara en las respuestas de los no nativos o de los nativos hijos de inmigrantes, en las<br />
gentes más vinculadas al euskara y a la cultura euskaldún la vasquidad se define<br />
sobre todo por la lengua (saber y hablar euskara), así como por la identificación<br />
política nacionalista.<br />
En cuanto al euskara, todos los datos indican la existencia de un amplio consenso<br />
social en su favor actualmente. El conjunto de la sociedad (salvo en Navarra donde<br />
las cosas resultan ser más controvertidas y requieren más matices) admite el punto de<br />
vista institucional que proclama su oficialidad junto al castellano y se propone alcanzar<br />
el bilingüismo. Al mismo tiempo, una mayoría sigue resistiéndose a revalidar la<br />
exclusividad del euskara y la consideración negativa del castellano.<br />
VIENTO SUR Número 3/Juniol992 73