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parte, parece reflejarse la vinculación particular a uno u otro movimiento y, más allá,<br />
a ideas y experiencias parciales escasamente contrastadas con otras muy diferentes.<br />
Podría decirse que muchos de esos grupos han producido a lo largo del tiempo una<br />
"praxis cognitiva" más o menos rica, pero en limitada comunicación con la de los<br />
demás. Esto sería más claro si pudiéramos referirnos concretamente a las coordenadas<br />
en que se desarrollan los debates actuales dentro de algunas corrientes de izquierda<br />
o en determinados movimientos. Pero bastaría con poner el ejemplo de L<br />
diferente trayectoria del viejo movimiento obrero y del nuevo movimiento ecologisUi<br />
y la dificultad del diálogo programático entre ambos, más allá de la buena voluntan<br />
que expresen algunos de sus portavoces.<br />
Conviene, por tanto, cierto distanciamiento*crítico respecto a nuestros propios dií<br />
cursos y experiencias para poder insertarlas dentro de un ámbito más global. Porque<br />
es obvio que la reconstrucción de una izquierda social y crítica de la modernidad<br />
capitalista exigirá una comunidad de valores, viejos y nuevos; pero también obligará<br />
a un entendimiento de las prácticas y cuerpos teóricos que hasta ahora cada corriente<br />
elaboraba por separado, con el fin de llegar a extraer propuestas que busquen cierto<br />
"mestizaje". Para decirlo más claramente, convergencia en la acción y creación de<br />
ámbitos de diálogo abierto son propósitos de largo alcance y que darán escasos frutos<br />
en lo inmediato; pero exigen empezar por un "re-conocimiento" mutuo que parta de<br />
situar en primer plano un contexto común y no el particular de cada uno, sin por ello<br />
tener que ignorar éste último.<br />
Adelante despacio<br />
Todo esto no significa pensar que hoy en día se pueda hacer mucho más que fomentar<br />
una cultura del disenso y la lucha por alternativas parciales frente a cada uno de los<br />
obstáculos con que tropieza una actividad de firme oposición en el corazón mismo de<br />
Occidente. Pero no olvidemos tampoco que vivimos una época de cambio y que tan<br />
equivocado es ceder a la nostalgia del pasado o a la impaciencia como caer en una<br />
nueva rutina ante un presente tan inestable. Por eso esas mismas alternativas pueden<br />
tener una función político-cultural esencial como fuentes de identificación de muchos<br />
ciudadanos con los movimientos, ya que ofrecen un horizonte posible de transformación<br />
radical de nuestras sociedades y ayudan a abrir brechas difíciles de cerrar.<br />
Y por eso también no deberán tener que ver únicamente con las iniciativas que haya<br />
que tomar frente a las procedentes de las instituciones; tal como lo exigen la crisis<br />
ecológica y el abismo Norte-<strong>Sur</strong>, han de afectar cada vez más al comportamiento<br />
ciudadano en la vida cotidiana. Porque una izquierda que no simultanee la acción<br />
política y socio-cultural con la que tiene que ver con el comportamiento diario no<br />
será capaz de ir sentando las bases de una sociedad alternativa en el seno de la actualmente<br />
existente.<br />
Es en este ámbito en el que parece más probable la confluencia con una nueva<br />
generación que puede no verse atraída por la acción política directa, pero sí en cambio<br />
por la relación entre lo público y lo privado que puedan establecer movimientos<br />
como el ecologista, el feminista o el antirracista. Como sugiere un amigo del área<br />
alternativa, muchos jóvenes de hoy podrían formar parte de esa izquierda "casuística",<br />
VIENTO SUR Número 3/Juniol992 91