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Descargar - Viento Sur

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siglo venía expresándose en la sociedad, el enunciado aranista se presenta como la<br />

única identidad válida de los vascos. En virtud de ello, las interpretaciones de otros<br />

sectores quedan desautorizadas intrínsecamente, por extrañas a lo vasco, todo queda<br />

reducido al conflicto exterior con España, y se enmascara el conflicto interior entre<br />

los grupos sociales vascos por la identidad de la sociedad.<br />

III<br />

El problema de la codificación aranista es que dejaba fuera a demasiada gente. El<br />

ramalazo antiespañol (ausente tanto en el mundo tradicional vasco como en sus élites<br />

liberales) excluía a aquella parte de la sociedad que compartía las mismas claves<br />

tradicionalistas (sobre todo en Álava y en Navarra). Y la suma de antiespañolismo,<br />

connotaciones racistas e integrismo religioso y tradicionalista, levantó un muro infranqueable<br />

para otra buena parte, en especial en Vizcaya y Guipúzcoa: los inmigrantes<br />

y las corrientes liberales, republicanas y socialistas. En el momento más alto<br />

de expansión nacionalista, durante la II República, esto significaba dejar fuera a los<br />

dos tercios de la sociedad en cifras aproximadas (que no valen para Navarra ni para<br />

Álava).Desde muy pronto, hubo intentos de rebajar las aristas más excluyentes de la<br />

definición. Algunos desde el interior del PNV; los más, desde fuera, intentando fundar<br />

partidos nacionalistas que replicaran en su mismo terreno a las corrientes republicanas,<br />

liberales, federalistas... Todos ellos fracasaron. Carecieron de la fuerza social<br />

necesaria para corregir una definición de la identidad vasca anclada en una base tradicional<br />

y celosamente vigilada por los guardianes de la ortodoxia. Pero ha de admitirse<br />

que sus propuestas iban encaminadas a paliar sus insuficiencias más notables.<br />

Con más moderación unos, con mayor decisión otros, estas tentativas ponían el acento<br />

en conciliar el nacionalismo y la modernidad, en una mirada más abierta hacia los<br />

inmigrantes y también hacia España y hacia lo español, en la secularización de la<br />

identidad nacional... La clave negativa de este período está, por consiguiente, en que<br />

se estableció una dialéctica de realimentación mutua de sus respectivas insuficiencias.<br />

El hecho de que la codificación de la identidad vasca permaneciera tal cual se ha<br />

expuesto antes, pese a las evidentes y radicales fronteras que limitaban poderosamente<br />

su eficacia social, realimentó la intransigencia contraria. Así como la intransigencia<br />

nacionalista vasca se alimentó a su vez de la escasa sensibilidad de la mayoría<br />

social por las cosas de la identidad vasca. Y esa mayoría social, sintiéndose excluida<br />

por la definición de la identidad vasca, se autoexcluyó también de todo otro posible<br />

planteamiento. Tanto monta, monta tanto.<br />

Esa dialéctica ha sido resumida por cierto historiador como el encadenamiento de<br />

un doble error: el error Arana y el error Unamuno, abusando de una personalización<br />

que quizás diluye las responsabilidades de la sociedad. Pero, más allá de tal objeción,<br />

sirve bien para ilustrar el déficit principal de cada parte.El error Arana, aparte lo ya<br />

dicho, consistió en ignorar y querer borrar la pluralidad real de la sociedad. Mientras<br />

que el error Unamuno residió en exagerar la españolidad de todo lo vasco (de lo que<br />

deducía que el País Vasco había sido y debía seguir siendo una parte de lo español) y<br />

en admitir la desvasquización de la sociedad, incluida la muerte del euskara, como un<br />

tributo de la modernidad.<br />

70 VIENTO SUR Número 3/Juniol992

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