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Tomando las precauciones históricas<br />
adecuadas, mantenemos que podemos rastrear<br />
la emergencia de un recrudecimiento frontal del<br />
racismo antigitano europeo contemporáneo en<br />
los sucesos acaecidos durante el mes de Mayo<br />
del año 2008 en la ciudad de Nápoles, Italia.<br />
Según el relato oficial, una jovencísima<br />
mujer gitana rumana de 16 años de edad<br />
intentó, supuestamente, secuestrar a un<br />
bebé, penetrando en hogar ajeno. Como<br />
consecuencia del rumor, numerosos poblados<br />
gitanos fueron incendiados mientras mujeres,<br />
hombres, ancianos y niños eran agredidos<br />
deliberadamente por la masa de ciudadanos<br />
y ciudadanas italianos racistas, armados con<br />
cócteles molotov y piedras. Las organizaciones<br />
de ciudadanos y ciudadanas aseguraban<br />
que el ataque no era casual: las empresas<br />
constructoras al servicio de la mafia napolitana<br />
sacarían un gran provecho económico<br />
construyendo viviendas sobre el suelo en el que<br />
se encontraban los poblados incendiados.<br />
Posteriormente, las autoridades justificaron el<br />
odio racial predominante a través de reiterados<br />
llamamientos públicos a la conservación de<br />
la seguridad nacional frente a la delincuencia<br />
extranjera.<br />
Los discursos abiertamente racistas del líder<br />
de la Liga Norte, Umberto Bossi, encontraron<br />
eco, no sólo en los actos violentos de la masa,<br />
sino en las posturas mantenidas desde las<br />
alcaldías y el gobierno italiano. Tras visitar la<br />
ciudad de Nápoles, la eurodiputada gitana<br />
húngara Viktoria Mohácsi, acertaba en el centro<br />
de la diana aseverando que las autoridades<br />
italianas utilizaban a la comunidad gitana “como<br />
cabeza de turco para eludir sus incompetencia<br />
y responsabilidad en combatir la delincuencia<br />
nativa de la ciudad italiana, esto es, la camorra<br />
napolitana” (Mª José Fernández Torres, 2009).<br />
Como efecto de todo ello, el primer ministro<br />
Silvio Berlusconi, vulnerando toda la normativa<br />
de la UE en torno a las migraciones, advirtió<br />
que, mediante diferentes decretos que entrarían<br />
en vigor en los tres meses sucesivos, se<br />
tipificaría la «inmigración ilegal» europea como<br />
delito, castigado con penas que irían desde<br />
los seis meses a los cuatro años de prisión.<br />
Además, la expulsión de inmigrantes se haría<br />
de forma simplificada y más rápida que hasta<br />
el momento. Para llevar a cabo con éxito su<br />
empresa, Silvio Berlusconi y Roberto Maroni<br />
ordenaron la elaboración de censos rigurosos<br />
sobre la población gitana en Italia y autorizaron<br />
la conformación de patrullas de voluntarios para<br />
“controlar a las gitanas y gitanos”.<br />
La consecuencia de todo este proceso: La<br />
organización EveryOne reportaba el vertiginoso<br />
descenso de 120.000 personas gitanas en Italia<br />
en tan sólo un año . ¿Dónde fueron a parar?<br />
Lógicamente, un número altamente elevado<br />
de ellas intentaron volver a sus países de<br />
origen, Rumania y Bulgaria, lo cual provocó un<br />
bochornoso conflicto público entre los gobiernos<br />
de Italia y Rumania, paradójicamente a causa de<br />
su nexo en común: el antigitanismo. El Ministro<br />
de Exteriores de Rumania en el momento, Adrian<br />
Cioroianu, afirmó “Me pregunto si es posible<br />
comprar una parte del desierto en Egipto para<br />
enviar a los gitanos allí”.