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en Europa por la honestidad y firmeza que lo<br />

motiva, Erik Ullenhag, ministro sueco, anunciaba<br />

la próxima publicación del texto en el que se<br />

podría constatar cómo durante el siglo XX “las<br />

poblaciones gitanas han sido víctimas de<br />

ataques inaceptables, como la esterilización<br />

forzada y la privación del derecho a la<br />

educación a los niños. Si realmente queremos<br />

avanzar, es importante que pongamos punto y<br />

final y que el Estado reconozca las injusticias que<br />

se han cometido” mantenía. (Vox Europ, 2013).<br />

La idílica imagen de uno de los estados mejor<br />

considerados del continente era puesta en tela<br />

de juicio a través de una reconsideración del<br />

antigitanismo latente en su territorio. El informe<br />

rebelaba, entre otras muchas cuestiones, la<br />

práctica sistemática de segregación escolar<br />

llevada a cabo por los sucesivos gobiernos<br />

suecos, así como los métodos a través de los<br />

cuales “Los organismos oficiales se hicieron<br />

con la custodia de niños gitanos que<br />

arrancaban a sus familias” (El País, 2014).<br />

Sin embargo, las alusiones al pasado antigitano<br />

de Suecia podrían llevar a equívocos ya que<br />

los problemas derivados del racismo hacia<br />

la población romaní en dicho territorio siguen<br />

persistiendo. Así lo ponían de manifiesto los<br />

descubrimientos llevados a cabo en 2013 por<br />

Niklas Orrenius, periodista del diario Dagens<br />

Nyheter, que destapaban la existencia de<br />

un extenso fichero policial especial para<br />

personas romaníes. En dicha base de datos<br />

constaba un exhaustivo censo de 4.029 gitanos<br />

y gitanas, así como de su origen genealógico<br />

y relaciones familiares. Entre las miles de<br />

personas fichadas, se encontraban numerosos<br />

niños y niñas de dos años de edad. Días<br />

después, el propio Niklas Orrenius descubría<br />

otro censo de casi mil personas entre las<br />

que se encontraba la “activista y asesora de<br />

cuestiones romaníes para el Consejo de Europa,<br />

Soraya Post” (Informe Raxen, 2013). Ante las<br />

acusaciones de las organizaciones romaníes<br />

y contra el racismo, la policía se limitaba a<br />

responder afirmando que “se trata de un archivo<br />

y no un registro, y que fue creado a raíz de<br />

una disputa familiar en un pueblo de Escania”<br />

(Informe Raxen, 2013).<br />

El diario Periodismo Humano, recogía las<br />

declaraciones sobre la situación de la población<br />

romaní provocada por el antigitanismo en<br />

Portugal efectuadas en 2011 por Lydia Gall,<br />

abogada del ERRC, tras visitar la ciudad de<br />

Lisboa: “en Portugal se llegó al extremo de<br />

levantar muros que segregan a los gitanos,<br />

quienes se ven obligados a vivir en barrios sin<br />

agua potable, escondidos detrás de colinas,<br />

sin accesos viales y ocultos desde la carretera<br />

en varios municipios del país. La constante<br />

humedad debido a las infiltraciones de agua<br />

provoca serios impactos en la salud de esas<br />

personas, tales como problemas respiratorios<br />

en niños y niñas de cuatro o cinco años”,<br />

denunció. Citó el caso extremo de Beja, 180<br />

kilómetros al sur de Lisboa, donde se construyó<br />

un barrio social “con un muro de separación,<br />

lejos del centro urbano y cerca de una<br />

perrera, cuyas aguas residuales mezcladas<br />

con excrementos de animales pasan por<br />

las viviendas, con obvias consecuencias para<br />

la salud de sus habitantes”. Otra situación<br />

preocupante es la de Rio Maior, 85 kilómetros<br />

al norte de Lisboa, “donde 14 familias gitanas<br />

fueron colocadas en casas precarias de<br />

madera, encima de una dañina mina de<br />

carbón y separadas por un denso bosque<br />

del resto de la población”, detalló Gall. En<br />

Vidigueira, 160 kilómetros al sur de Lisboa, existe<br />

una comunidad que vive detrás de unas ruinas

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