Elementos nº 49. CIORAN - El Manifiesto
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<strong>El</strong> inconveniente<br />
de ser Cioran<br />
__________________________<br />
Augusto Isla<br />
Bajo la luz del Renacimiento, el genial<br />
Pico della Mirándola (1463-1494) publicó, a<br />
sus escasos veintitrés años, su Oratio de<br />
Hominis Dignitatae que le sirvió de prólogo a<br />
las novecientas tesis que tituló Conclusiones<br />
philosophicae cabalisticae et teologicae. Su<br />
célebre discurso fue y sigue siendo un<br />
paradigma del humanismo, entendido como<br />
exaltación del hombre cuyo libre albedrío lo<br />
puede conducir ya a las alturas de un ángel,<br />
ya a los abismos de la bestialidad. Como<br />
todo humanista, creyó que su pensamiento<br />
ayudaría al bienestar del hombre, centro del<br />
universo; como todo cristiano optimista y<br />
tolerante, si los hay, abrió su corazón a los<br />
vientos del sincretismo y de la diversidad.<br />
Lleno de amor al género humano, consideró<br />
que éste era capaz de vincularse con Dios sin<br />
mediaciones, sin rituales, sin dogmas. Pero<br />
aquel joven que tempranamente dominó el<br />
griego, el árabe, el hebreo... pagó caro su<br />
atrevimiento: fue juzgado, condenado por<br />
herejía y padeció la cárcel. Sometido y<br />
humillado, el brillante discípulo de Marsilio<br />
Ficino, ofendió a musulmanes y judíos. Sin<br />
embargo, esta flaqueza no logra eclipsar los<br />
destellos de su gran Oratio, ejemplo vivo de<br />
un humanismo que supo apreciar la<br />
grandeza humana.<br />
Cada sociedad genera sus humanismos:<br />
estudios, ideales, para mejorar la condición<br />
humana. La Antigüedad clásica, el<br />
Renacimiento, la Ilustración, el<br />
romanticismo... Unos miran hacia adelante,<br />
otros hacia el pasado. Todos son<br />
emanaciones de una inconformidad con lo<br />
vivido; unos permanecen como testimonios<br />
individuales; otros se convierten en<br />
ideologías orgánicas y trascienden como<br />
conciencia colectiva. Innovar o revivir; crear<br />
o imitar modelos, no importa. <strong>El</strong><br />
Renacimiento imita a los antiguos, pero<br />
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quiere superarlos. Todo vale si de lo que se<br />
trata es que la humanidad, tan elástica como<br />
perfectible, prosiga por un camino<br />
ascendente.<br />
En contraste con el humanismo de Pico,<br />
en el crepúsculo de una civilización<br />
ensoberbecida por su progreso, cabe la<br />
sensación de vejez, el agotamiento, el tedio,<br />
el vacío. Émile Michel Cioran (1911-1995)<br />
expresa con suma inteligencia esa atmósfera<br />
decadente. Aunque nace y crece lejos de los<br />
grandes centros urbanos, en una Rumania<br />
rural, a los veintiún años parece haber leído<br />
todo, por así decirlo. <strong>El</strong> escenario ya no es<br />
Rasinari, donde vio la luz primera, ya no es<br />
ese universo pastoril, donde ha sido feliz<br />
como un “animal salvaje”, ni Sibiu donde,<br />
sustraído del paraíso bucólico, el<br />
adolescente alimenta su timidez, sino<br />
Bucarest donde, insomne, pasea por sus<br />
calles, disfruta sus burdeles; ahí donde dice<br />
“adiós a la filosofía” y sus sistemas, señales<br />
todos de “una vida personal pobre e<br />
insulsa”, ahí donde, harto de cultura e<br />
historia, escribe En las cimas de la<br />
desesperación. En las primeras páginas de<br />
este libro, en el capítulo “yo y el mundo”,<br />
apunta, entre paréntesis, “escrito el 8 de<br />
abril de 1933, el día en que cumplo veintidós<br />
años, experimento una extraña sensación al<br />
pensar que soy, a mi edad, un especialista<br />
de la muerte”.<br />
Todo Cioran está aquí: el sin sentido de<br />
la vida, la tanática avidez de sí mismo, la<br />
persistente autodenigración: “Soy una fiera<br />
de sonrisa grotesca que se contrae y se dilata<br />
infinitamente, que muere y crece al mismo<br />
tiempo, exaltada entre la esperanza de la<br />
nada y la desesperación del todo”; y más<br />
adelante: “Soy un fósil de los comienzos del<br />
mundo […] soy la contradicción absoluta, el<br />
paroxismo de las antinomias y el límite de<br />
las tensiones; en mí todo es posible, pues soy<br />
el hombre que se reirá en el momento<br />
supremo, en la agonía final, en la hora de la<br />
última tristeza.” Nunca deja de ver hacia<br />
adentro. Ya en París, adonde viaja como<br />
becario del Instituo Francés de Bucarest,<br />
escribe en una “Carta a un amigo lejano”<br />
(1957): “Me veo, en medio de los civilizados,<br />
como un intruso, un troglodita enamorado<br />
de caducidad, sumergido en plegarias<br />
subversivas, presa de un pánico que no