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Elementos nº 49. CIORAN - El Manifiesto

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inconveniente de haber nacido. . . Todos<br />

parecen ser variaciones del primero, a cada<br />

vez más concisos, más fragmentarios, en<br />

ascenso sonoro como el Bolero, de Ravel.<br />

Entre el creer y el no creer en la<br />

imposibilidad de la fe –invención cristiana–,<br />

así vive su alma atormentada, llena de amor<br />

a los místicos, deseosa de eterna calma, de<br />

un éxtasis que por momentos experimentó<br />

en su estancia alemana allá por los años<br />

treinta. Como todo blasfemo es un pensador<br />

profundamente religioso. ¿Cristiano a su<br />

pesar? Como Nietzsche, aborrecía el<br />

cristianismo ¿Pero acaso no lo llevaba en la<br />

sangre, como una tara? Su padre era<br />

sacerdote ortodoxo; mas a diferencia del<br />

germano que creía en el hombre y en su<br />

capacidad de superarse a sí mismo, Cioran<br />

pensaba que creer en el hombre es una<br />

necedad, una locura. En La tentación de<br />

existir, la retórica anticristiana se concentra<br />

en el odio a san Pablo, “un judío no judío,<br />

un judío pervertido, un traidor [...] Cuando<br />

ya no sé a quién detestar, abro las Epístolas y<br />

en seguida me tranquilizo. Tengo a mi<br />

hombre [...] Una civilización podrida pacta<br />

con su mal, ama el virus que la roe, no se<br />

respeta a sí misma, deja a un san Pablo ir y<br />

venir. . . Por esto mismo, se confiesa<br />

vencida, carcomida, acabada. <strong>El</strong> olor de la<br />

carroña atrae y excita a los apóstoles,<br />

sepultureros ávidos y locuaces [...] <strong>El</strong><br />

paganismo les trató con ironía, arma<br />

inofensiva, demasiado noble para doblegar a<br />

una horda insensible a los matices.” Y sin<br />

embargo, ¿no se asemeja Cioran al de Tarso,<br />

no desprecia, como éste, el mundo, la carne;<br />

no mira con malos ojos toda sensualidad, no<br />

incluso percibe en el comer “un acto de<br />

envilecimiento cotidiano”, aunque a<br />

diferencia del apóstol, Cioran nada espera<br />

de su renuncia?<br />

Fernando Savater, en un hermoso libro<br />

Ensayo sobre Cioran, por el que luchó durante<br />

muchos meses para que fuese aceptado<br />

como tesis doctoral en la Universidad<br />

Complutense de Madrid, dio en el clavo en<br />

su apreciación: “La única tarea [de Cioran],<br />

si se la puede llamar así, es el desengaño.”<br />

Es comprensible que las demoliciones del<br />

pensador rumano fueran rechazadas como<br />

habitantes de la academia filosófica, que<br />

alguien proveniente de la periferia del<br />

38<br />

mundo y aspirase a “sensibilizarse a la<br />

oscuridad que la policromía ilusoria<br />

pretende enmascarar” fuese indigno de ser<br />

considerado como filósofo a despecho de<br />

que sus reflexiones sobre la existencia, el<br />

tiempo, la vida, Dios, la historia, la libertad...<br />

se abordaran de otra manera, evitando toda<br />

pedagogía, gozando la negación de la<br />

felicidad, de la vanidad de todo esfuerzo,<br />

del orden mismo del mundo. Difícil resulta<br />

la aceptación de alguien al que se le revela la<br />

inanidad del ser, ese despertar de la<br />

conciencia que riñe con “las personas<br />

decentes y de provecho”, esa violencia que<br />

admite la eternidad de la miseria, ya la<br />

interior, ya la de la vida social. Pues que el<br />

hombre ensucia y degrada todo lo que lo<br />

rodea. En lo personal mucho agradezco a<br />

Savater que haya despertado mi curiosidad<br />

y que de su mano muchos lectores de habla<br />

hispana nos hayamos adentrado en el<br />

atrayente infierno cioraniano.<br />

En política, ¿qué es Cioran, de<br />

izquierda o de derecha? Ninguna<br />

calificación podría atraparlo. Para él, todas<br />

las sociedades son malas, pero hay peores.<br />

Así, rechaza lo mismo la sociedad burguesa,<br />

ilusión libertaria y “quintaesencia de la<br />

injusticia “, que la tiranía comunista.<br />

Rechazar o aceptar el orden establecido, da<br />

igual; nada cambiará. En su ensayo “<strong>El</strong><br />

pensamiento reaccionario” –a propósito de<br />

Joseph de Maistre–, leemos: “Lo trágico del<br />

universo político reside en esa fuerza oculta<br />

que conduce a todo movimiento a negarse a<br />

sí mismo, a traicionar su inspiración original<br />

y corromperse a medida que se afirma y<br />

avanza. Porque en política, como en todo,<br />

nadie se realiza sino a través de su propia<br />

ruina.” Cioran no pertenece a nadie; el<br />

juvenil pasaje de su adhesión a La Guardia<br />

de Hierro –movimiento fascista,<br />

ultranacionalista, antisemita– le produce a la<br />

postre, “vergüenza intelectual”. Y aquí, de<br />

nuevo, Sontag se equivoca atribuyéndole<br />

“una sensibilidad católica de derechas”.<br />

Cioran es un proclamador de la pasividad,<br />

de la negación, incluso de ese no hacer nada<br />

en la vida. Un escéptico desesperado.<br />

Escéptico, el rumano duda incluso del<br />

valor del intelecto. Cioran prefiere la<br />

compañía de la gente humilde –pescadores,<br />

campesinos–, de aquellos que nada saben o

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